Una boda en España al estilo francés sería imposible, ¿por qué?, ¿porque dura dos días?, no; ¿porque se bebe y come demasiado?, bueno hombre, no somos nosotros bestias, tampoco. Entonces, ¿por qué? Pues sería impensable porque en Francia hay dos tipos de invitados, los que acuden a lo que llaman «Vino de Honor», que se celebra en un hotel cercano a la iglesia donde la pareja se promete mutuo amor, y al que van los conocidos, y la Recepción (lo que para nosotros es el convite en sí), que es para los íntimos, con lo cual ya te puedes llevar el palo de que te creías «íntimo» y eres solamente «conocido», que tal y como somos los españoles esto sería ya suficiente para que hubiera casi tiros entre las familias, que no somos nosotros poco vengativos cuando consideramos que nos han hecho un feo…
Pero claro, el asunto, en el plano individual, puede ser peor, porque tú estabas convencido de que eras solamente un «conocido» (y contento estabas con ello porque el tío ese que un día te presentaron, para ti era un petardo), y resulta que no, que, cosas de la vida, le has caído genial y eres «íntimo» y, como «íntimo» que eres, pues nada, a ir a la Recepción y a pasar dos días comiendo y bebiendo a lo salvaje, quieras o no quieras. Toma, por simpático.
¿Y cómo es la Recepción? Pues esa es otra historia ya que depende un poco de la boda. Si tiene un cierto nivel te llevan a unas instalaciones (por lo general colegios mayores, que están en las afueras de las ciudades) donde hay tropecientas habitaciones y cada uno coge la que quiere; pero si el enlace es un poco más corriente, entonces, frente a donde se celebra el convite aparcas tu coche, sí, el coche, como lo oyes o lo lees (como quieras) y comes, bebes, bailas, echas una cabezadita dentro del vehículo y, si puedes salir… pues vuelves a comer, a bailar y a beber, y así casi 48 horas.
Una prueba a los novios
¿Y hay algo más que diferencia a las bodas francesas de las españolas?, pues naturalmente que sí, la forma de celebrarlas. En Francia la gente se levanta, se agarra por los hombros y se pone a cantar balanceándose de un lado a otro como si estuvieran en el Fondo Sur del Aleti o del Vilapasar F.C.
También, cuando menos te lo esperas, cualquier excusa es válida para oir el típico «hip, hip, hip… urra; hip, hip, hip… urra», que, por lo visto no es exclusivo de Gran Bretaña, y se hacen concursos, entre los que no faltan imitar al gallo, símbolo nacional del país, y que para ellos es un momento cumbre de la fiesta.
Y como la pareja no iba a ser menos, al ya matrimonio se le hace pasar (eso ocurrió en la boda que fui) por una peculiar prueba, que más o menos es como sigue. Los novios se sientan (en sillas, claro) en medio del salón de baile, espalda con espalda, se descalzan y cada uno lleva en una mano un zapato negro y en la otra uno blanco.
A continuación se les hacen las típicas preguntas picaronas. Por ejemplo: «¿Quién es más ardiente haciendo el amor?». Entonces ambos levantan a la vez el zapato que quieren. Si la mujer, por ejemplo, iza el negro (que representa al hombre), significa que es su marido el más pasional, si es el blanco, que es ella, y si levanta el negro y el blanco al mismo tiempo, que los dos por igual. Y lo mismo hace el hombre, pudiendo así comprobar los invitados el grado de compenetración que tienen los recién casados.
El ágape
¿Y qué se come y se bebe? Por lo general son platos fríos, en plan bufé, con una presentación alucinante, y luego, dependiendo de la zona, pues además de vinos de todo tipo, en Normandía, por ejemplo, sidra, por ser una zona eminentemente manzanera. Y así, a simples rasgos y para no marearte más, son las bodas de los de ahí al lado, que, cuando finalizan, los invitados envuelven en papel de aluminio las viandas que quieren y se las llevan a casa para al día siguiente seguir comiendo.
Y como veo que no lo preguntas lo haré yo: ¿Lo pasa bien un español en una boda francesa?, pues qué quieres que te diga, si te toca de las de dormir en el coche, eres camionero y te llevas el trailer, supongo que sí, porque si no… a mí me tocó un enlace de los de habitación; y de los dos días, la verdad, disfruté uno porque dos… como que es mucho, se hace muy pesado.
Pero sí, sí, lo pasé bien, muy bien, y lo que es la vida; a no sé que hora de la madrugada me sentí identificado con Martin Luther King, cuando dijo aquello de: «Yo tengo un sueño…». Pues yo igual, también tuve un sueño, pero no encontraba mi cama. Qué cosas pasan ¿verdad?.
Twitter: @manuelguisande