Hay quienes aseguran que ha sido el mayor ridículo de España en la Historia del festival de Eurovisión. Otros se hacen cruces pensando que llevar al Chiki-chiki al certamen fue un error mayúsculo. Los más críticos, como el periodista José Ramón Pardo, experto en música, han llegado a asegurar que la canción era “una mamarrachada y ha estado sobrevalorada en puntos”. Yo le digo a Rodolfo Chikilicuatre: que te quiten lo bailao.
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Lo digo –emulando a la canción- “con los datos en la mano”. Baila el Chiki-chiki se alzó el sábado con el decimosexto puesto del concurso. El mejor resultado de los últimos cuatro años para España. No hay que olvidar que en 2007 D’Nash finalizó en el puesto número 20. En 2006 Las Ketchup quedaron en el vigésimo primer lugar, al igual que lo hicieron Son de Sol en 2005. Hay que remontarse a 2004, con el triunfito Ramón, para encontrar una clasificación mejor (en aquella edición España quedó décima). Vamos que, visto lo visto, el Chiki-chiki no nos ha salido tan mal.
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No hay que olvidar que Rodolfo Chikilicuatre no es cantante, sino actor y humorista. Tampoco debemos borrar de la memoria que fuimos los propios españoles quienes elegimos a nuestro representante. Nuestro gusto desorbitado por lo friki se impuso a quienes querían un delegado realmente capaz de ganar Eurovisión. Preferimos reírnos un rato antes que tratar de saborear las mieles del éxito. Es responsabilidad de todos. De los que votamos y de los que no.
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Ahora todo el mundo se lava las manos y vuelve sus iras contra el intérprete, cuyo único delito fue crear un personaje que cayó bien al público. El artista, por su parte, recibe las críticas con su humor de siempre: “hemos llegado a la final y con la selección siempre nos quedamos en cuartos”. Pues también es verdad.
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