Fue la noche tantas veces soñada por él -y por toda Asturias- durante los últimos diez años. Sin duda una velada llena de magia, por aquello de que el ‘Brujo’ estaba presente. ¡Cómo iba a perdérselo! El Real Sporting de Gijón volvía a la Liga de las Estrellas una década después. A lo grande, venciendo con justicia en un estadio de El Molinón abarrotado por sus seguidores, que no dejaron de cantar durante todo el encuentro y celebración posterior. Arriba, en el palco de honor, uno de los mejores delanteros de todos los tiempos lloraba… de alegría y emoción. No estaba en el terreno de juego. Pero la grada coreaba al unísono su nombre.
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Hablar de los números de Enrique Castro resulta ya repetitivo. Digamos simplemente que nadie ha tenido su olfato de gol, su entrega y su carisma. El propio David Villa, actual pichichi de la Eurocopa, comentaba desde el hotel de concentración de la selección española en Neustift que él nunca sería el delantero número uno, porque ese número está reservado para Quini. Seguro que muchos están de acuerdo con él.
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No fue fácil llegar hasta aquí. El Sporting bajó a Segunda división en 1998 después de cerrar la peor temporada en la Historia de la categoría de oro (sólo 13 puntos). Los problemas se acentuaron en el año 2005, cuando el club entró en proceso concursal a petición de uno de sus muchos acreedores. Con 50 millones de euros de deuda, la entidad se vio inmersa en una fulminante reducción de sueldos y regulación de empleo. Todo apuntaba a la desaparición del equipo… y de su delegado. Pero el club aguantó. Como lo hizo Quini. Tres años después de ese mal trago ve con orgullo como los suyos han vuelto a la élite del fútbol mundial.
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Ahora, con el objetivo cumplido, todos desean que el mito supere también el mal trago de su enfermedad y le meta un gol a la vida. Uno de esos espectaculares, como los que marcaba antaño. Su partido más importante está en juego. Ahora, Quini, ahora.
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