Este lunes millones de españoles se despertaron con sensación de resaca. Esa que te hace dudar de lo ocurrido la noche anterior. Acudieron a la televisión, la radio, internet y los periódicos. Todo para asegurarse que lo del domingo no había sido un sueño. No lo fue. Sí, ganamos a Italia en los penaltis. Sí, estamos en semifinales. Bendita resaca.
Si hoy buscan ustedes a quienes hace meses querían echar a Luis Aragonés y convocar a Raúl no los encontrarán. El fútbol ha dictado sentencia. España juega bien. A ratos, muy bien. Y los defensores del ‘7’ madridista han tenido que rendirse a la evidencia. Con estos “jugones” no se echa de menos a nadie.
Luis, tan criticado por no llevarse al capitán merengue, decía después del partido que sólo se había ganado una pequeña batalla. Y, pese a la euforia que invade a muchos aficionados, lo cierto es que tiene toda la razón. No le llaman el Sabio por nada. Ha sido un paso adelante, un momento clave para quitarse el miedo de encima de una vez por todas. La confirmación de que el míster tenía razón. Pero hay que tener los pies en la tierra y darse cuenta de que ahora empieza lo bueno. El momento de la verdad.
Estamos a dos partidos de hacer auténtica Historia. Y hay equipo para ello. Tenemos al mejor ‘7’ del momento, de apellido Villa y no González. Tenemos al portero más en forma del mundo. Un centro del campo que rebosa creatividad y, sobre todo, muchas ganas de ganar. Nos espera una Rusia a la que probablemente no podamos meter cuatro goles, como hicimos en la fase de liguilla. Y luego puede venir el auténtico ogro, Alemania (con permiso de Turquía). Nos queda mucho por ver, por sufrir, por gritar. Y ojalá que también nos esperen un par de dulces resacas como ésta. Resacas para disfrutar.