Tiene 72 años y está dejando claro que va a plantar batalla a su rival, de 47. Las encuestas así lo han confirmado. John McCain parece haber resurgido de sus cenizas y ha asestado su primer golpe de efecto en la carrera por la presidencia de Estados Unidos.
Hace apenas un mes el candidato demócrata Barack Obama le aventajaba en 7 puntos en las encuestas de intención de voto. En junio esa ventaja era aún mayor, del 12%. Ahora, según un sondeo de la CNN, la población norteamericana está dividida. Cada candidato cuenta con el apoyo de un 47% de los votantes. Una remontada que hace soñar a los republicanos con repetir el triunfo de las últimas legislaturas.
Obviamente la noticia no va a sentar nada bien en la Convención Demócrata, que se celebra esta semana en Denver. Especialmente porque muchos daban la victoria por segura unos días atrás. También porque habrá quien achaque la pérdida de confianza a la elección de Joseph Biden como candidato a la vicepresidencia. Y, en parte, pueden tener razón.
No es que Biden caiga mal en el seno del partido demócrata o entre los votantes. Es más, tres cuartas partes de los encuestados aseguran que la elección del Senador por Delaware no influirá en su voto. Pero lo que sí está claro es que muchos esperaban ver en ese puesto a Hillary Clinton, y al conocer la elección de Obama han decidido no votar por él. Al menos, de momento.
Obama debe andarse con pies de plomo en esta Convención, en la que tradicionalmente se aprovecha la cobertura mediática para dar una imagen de unidad absoluta en torno al candidato presidencial (especialmente para paliar los efectos de los ataques de unos y otros en las primarias). Un mal gesto, una palabra equivocada, una mirada a los Clinton o a cualquiera de sus aliados, una frase salida de tono de Ted Kennedy o el más mínimo desliz pueden quitarle el sillón del despacho oval. McCain lo sabe, y sigue como hasta ahora: sin prisa pero sin pausa. Hasta el momento le está funcionando. Ya aprieta a Obama. Y eso, yendo a medio gas.