Se cumplieron los pronósticos. Las encuestas no fallaron. Es más, casi se quedaron cortas. El componente racista no se impuso. La climatología no fue un obstáculo. Los indecisos no inclinaron la balanza del lado contrario, sino que se unieron al “movimiento de la esperanza”. Y el milagro republicano quedó en un sueño. O, más bien, en pesadilla. Barack Obama (Honolulu, 1961) es el nuevo Presidente de los Estados Unidos de América por mayoría arrolladora. El número 44 de su Historia. Y el primer afroamericano en ocupar la Casa Blanca. Enhorabuena.
Atrás quedan casi dos años de campaña electoral. Una carrera que se inició con las primarias de su partido y que concluyó hace apenas unas horas con el histórico triunfo del joven demócrata, que barrió a los republicanos en las elecciones presidenciales. Después de tanto trabajo, sus esfuerzos –y los de su equipo- han sido recompensados. Pero no hay tiempo para la relajación o el triunfalismo. Ahora empieza el trabajo de verdad. Es hora de cumplir las numerosas promesas electorales. El momento, como decía el propio Obama, de “cambiar el país y cambiar el mundo”.
El flamante nuevo presidente, que tomará posesión de su cargo el próximo 20 de enero, recibe un país muy distinto al que tenía ante sí su predecesor, George W. Bush, en 2004. Se trata de una nación afectada por la crisis financiera, la desconfianza en los mercados bursátiles y un número creciente de impagos y embargos hipotecarios. Un país cuya población está desencantada con la actuación del gobierno actual en asuntos clave como la guerra, la sanidad, la educación o la economía. Una potencia herida en su orgullo que quiere seguir siendo pieza clave en el mundo. Su trabajo será conseguir que así sea.
Los principales retos del senador por Illinois comienzan ahora. Debe formar un equipo capaz de sacar adelante los problemas en que se encuentra inmerso su país. Un gobierno dinámico que no tenga miedo a llevar a cabo medidas innovadoras. Un ejecutivo que sepa dar a la clase media la importancia que merece y valorar sus problemas en la medida apropiada. Esa es, precisamente, la mayor de las promesas de Obama.
El momento de la presentación ha terminado. Ahora hay que poner en marcha el programa. Tiene 4 años para ello. Y los europeos estaremos muy atentos a sus pasos. Al fin y al cabo, también era nuestro candidato.