Barack Obama comienza con acierto su andadura al frente de la nación más poderosa del mundo. El ya presidente número 44 de los Estados Unidos de América dio en su discurso inaugural una lección de mesura, prudencia y buen juicio. Frente a una multitud totalmente entregada, el de Honolulu no se dejó llevar por el ímpetu y el triunfalismo de sus seguidores. Se ciñó a la realidad por la que pasa su pueblo. Y retrató, paso por paso, los problemas y retos a los que se ha de enfrentar en los próximos años.
Obama fue especialmente crítico con su país. Habló del debilitamiento de su economía, la pérdida de empleos y el cierre de negocios. Destacó el elevado precio del sistema sanitario y el deficiente resultado de los métodos escolares. Recordó la mala utilización de las energías, en referencia al petróleo. Y pidió unidad para lograr su meta de “rehacer Estados Unidos”.
Como nos tiene acostumbrados desde los primeros compases de su campaña, el ex Senador por Illinios dejó lo mejor para el final. Su mensaje de cambio y esa sonrisa carismática que le ha acompañado incluso en los momentos más difíciles de la carrera hacia la Casa Blanca hicieron acto de presencia. El nuevo presidente recalcó que Estados Unidos sigue siendo “la nación más próspera de la Tierra”. Animó a creer en la capacidad de superación de sus ciudadanos, y a confiar en que sus trabajadores “no son menos productivos que antes de la crisis”.
Quizá uno de los mensajes más esperados fue el que dedicó al resto de países. Durante su discurso, no se cansó de repetir el concepto de “responsabilidad” como clave para alcanzar las metas fijadas a nivel internacional. Extendió una mano al mundo musulmán y a “todas las naciones que persigan un futuro de paz y dignidad”. A sus 47 años, asumió su papel de cabeza mundial, asegurando que los norteamericanos están listos “para asumir el liderazgo una vez más”, basándose en la cooperación y el diálogo con el resto de dirigentes.
Obama inicia así una difícil tarea. La de devolver a su país –y al mundo- a una situación de bonanza y prosperidad. Ahora hay que desearle suerte y esperar que pueda cumplir todas las promesas realizadas. Empezando por asumir esa posición de líder indiscutible cuanto antes. Porque, como esperemos que sean nuestros dirigentes los que nos saquen del atolladero… vamos servidos.