Una dimisión tan necesaria como esperada
A nadie ha sorprendido la renuncia del ministro Mariano Fernández Bermejo. Al menos, a nadie con un mínimo de sentido común. Y es que cuando uno ve cómo el máximo encargado de la justicia de un país se excusa por un delito diciendo que “no sabía” que lo estaba cometiendo, implica que algo anda mal en dicho gobierno.
A día de hoy, el ya ex ministro continúa asegurando que no era consciente de que estaba en Andalucía mientras cazaba con el juez Garzón unos días atrás. Se excusa por su infracción porque pensaba que estaba cerca de Puertollano, y afirma que desconocía la necesidad de obtener una licencia para la práctica de la caza. “Se me ha pasado. Así de simple”, dijo Bermejo. Vaya ministro de Justicia. Enhorabuena por la elección, presidente.
Quizá el propio Baltasar Garzón, aprovechando los paseos que se dieron juntos por el campo, podría haberle explicado -entre disparo y disparo ilegal- que una de las máximas de la legislación vigente consiste en que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. Aunque claro, seguro que el magistrado pensó que al ministro de Justicia no habría que explicarle un concepto tan básico. Pues bien, el juez estrella se equivocó.
La dimisión de Fernández Bermejo era necesaria e incluso “obligada”, como ha dicho el líder de la oposición Mariano Rajoy. No se puede permitir que uno de los máximos mandatarios del ejecutivo rompa impunemente la ley. Y, aunque a juicio de muchos ha demorado demasiado su renuncia, lo cierto es que más vale tarde que nunca.
Ahora Rajoy sonríe por primera vez en mucho tiempo. Y Zapatero sufre el primer golpe en su gabinete (no será el último mientras continúe Solbes). Pero ni el primero debe sonreír demasiado ni el segundo confiarse en que esto ha sido sólo un bache en el camino. Ambos tienen en sus casas mucho de qué preocuparse.