La integridad y la entereza de Barack Obama son dos virtudes por las que hoy los españoles podemos estar agradecidos. Después de ver cómo el presidente de una nación –presuntamente aliada- no se levanta al paso de la bandera con las barras y las estrellas, de enterarse por los medios de comunicación que ese mismo estado piensa retirar tropas de una zona de conflicto sin contar con nadie, y de saber que su homónimo ha dejado claro públicamente y en repetidas ocasiones que el país al que representa el de Honolulu no le merece el mínimo respeto, es de halagar que haya accedido a reunirse con José Luis Rodríguez Zapatero el próximo 5 de abril. Muchos políticos no lo habrían hecho. Y con razón.
Zapatero tiene una oportunidad de oro para redimirse cuando se vea con Obama en Praga. El líder estadounidense le concederá unos minutos durante su gira europea, y es de vital importancia que en esa reunión se sienten las bases de una buena relación con Estados Unidos. Sería de ilusos esperar un cambio radical, puesto que el gobierno lleva años demostrando su inutilidad con respecto a las relaciones internacionales. Pero lo mínimo que se puede exigir al presidente, como representante de todos los españoles, es que no vuelva a enfrentarse a un país que -guste más o menos- es el propulsor de la práctica totalidad de las actuaciones y actividades mundiales en cualquier ámbito.
Zapatero debe agachar la cabeza y pedir clemencia, esperando que Obama acepte las disculpas. Como ha hecho Carme Chacón en Bruselas después del papelón de Kosovo. Y como ojalá ningún representante de nuestro país tenga que volver a hacer, sea del partido que sea. Ya es suficiente humillación para toda una nación, y todo por un gobierno cuya labor en política exterior es a todas luces incompetente.
El líder del ejecutivo ha asegurado que espera con mucho interés el momento de reunirse con el presidente estadounidense. Ha aceptado, según sus propias palabras, que el éxito de Obama sería “el éxito de buena parte de los objetivos de todo el mundo”. Dicho queda. Ahora falta que se lo crea. Y que tanto él como el resto de personas que conforman su gobierno actúen en consecuencia.