Si es que se veía venir… Con tanto circo montado alrededor del fichaje y presentación de Cristiano Ronaldo, no sé cómo hay quien todavía se sorprende de que el jugador portugués haya tomado las de Villadiego apenas 24 horas después de su puesta de largo en el estadio Santiago Bernabéu. Cualquiera hubiera hecho lo mismo ante la locura desatada en torno a su persona. Un enloquecimiento colectivo promovido, precisamente, por los que más preocupados se muestran ahora: Florentino Pérez y Jorge Valdano.
Los nuevos dirigentes de la casa blanca esperaban que la fuerza mediática del futbolista proporcionara ilusión y alegrías al madridismo, al mismo tiempo que contribuyera a llenar de euros las arcas del club. Pero de momento lo que está trayendo Cristiano Ronaldo es preocupación por su seguridad personal. Y no es culpa del chaval que, a pesar de ser un clon de Narciso y de resultar tan vanidoso como buen futbolista, ha sido el que menos leña ha echado a esta hoguera made in Florentino.
La preocupación principal del Real Madrid, según su director deportivo Jorge Valdano, es la prensa rosa, a la que él se refiere genéricamente como los “medios no deportivos”. Los paparazzi españoles no han dudado en convertir a Cristiano en su nueva presa mediática, y ahora parece que el jugador está llamado a llenar forzosamente el hueco dejado en el mundo del corazón por la marcha de la familia Beckham.
En su nuevo equipo ya han empezado a plantearse algunas soluciones. Una de ellas, quizá la más polémica, es poner un equipo de uno a tres guardaespaldas al servicio del ‘9’ madridista. Puede sonar exagerado para algunos pero lo cierto es que, a día de hoy, el de Madeira no puede ni siquiera salir a la calle en nuestro país sin ser acosado por las cámaras. Además, en Chamartín empieza a crecer el miedo a que todo este espectáculo desmedido pueda desconcentrar a su nueva adquisición, que en principio vino a España a jugar al fútbol (aparte de copar portadas y vender camisetas).
Con presión o sin ella, a Cristiano más le vale pegarle bien al balón –no como en su presentación, cuando se le cayó mientras daba unos toques- si no quiere convertirse en el mayor fiasco de la historia del fútbol. Porque, con lo que costó, debe ser capaz de aguantar eso y mucho más.