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Miguel Ángel Rodríguez Caveda

Al otro lado del Atlántico

Serena y la violencia en el deporte

La eliminación de Serena Williams en la semifinal femenina del US Open debería servir de ejemplo para que muchos deportistas de élite reflexionen sobre sus actitudes violentas en los momentos “calientes” que se dan mientras compiten en sus distintas disciplinas. Según la juez de línea que asistía a la juez árbitro durante el encuentro que enfrentaba a la estadounidense con Kim Clijsters, la afroamericana amenazó con “matarla” cuando ésta señaló una falta de pie que significaba dos pelotas de partido para su rival. La consecuencia directa fue la penalización de la vigente campeona y el consiguiente pase a la final de la tenista belga. Una sanción dura -pero efectiva- que puede sentar un importante precedente.

Lamentablemente la salida de tono de Serena no es única. Semana a semana los aficionados al deporte somos testigos de cómo este tipo de comportamientos se produce en cada terreno de juego, en cada pista o en cada cancha. Y lo peor del caso es que, en muchas ocasiones, los protagonistas no reciben sanción alguna por sus acciones simplemente porque no se llega a las manos. Si queremos que el deporte siga teniendo por bandera el “fair play”, hay que sancionar también las agresiones verbales. Y, obviamente, más aún cuando éstas se dirijan a los árbitros.

Ni los máximos responsables de las instituciones deportivas, ni los colegiados, ni los aficionados, debemos aceptar conductas como la de Serena. No basta con sancionar únicamente a aquellos deportistas que emplean la violencia física, como pudo ser el caso de Zidane en su histórico cabezazo a Materazzi, de Mike Tyson cuando le mordió la oreja a Evander Holyfield, de Simeone cuando pisó a Julen Guerrero o de Pepe cuando se ensañó con Casquero y trató de noquear a Albín. La violencia no queda en los golpes, patadas o mordiscos. Está presente en la actitud del futbolista mexicano Héctor Reynoso cuando escupió al chileno Sebastián Penco y le amenazó con contagiarle la gripe A. También en el “nos vemos a la salida” de Cristiano Ronaldo a un jugador de la Juventus en un partido de la pasada Peace Cup. Son lances que pasan desapercibidos porque se consideran parte de la competición. Pero no lo son.

En la actualidad nadie se escandaliza porque un jugador se coma a gritos a un árbitro, le dé una bofetada a un rival o incluso se autolesione a base de raquetazos en la cabeza (esta última genialidad es obra del ruso Mikhail Youzhny durante su partido de octavos de final del Masters Series de Miami ante el español Nicolás Almagro). La violencia envuelve el deporte y se ha convertido año tras año en un virus cada vez más extendido. Una enfermedad que vemos como algo cotidiano, sin darnos cuenta de que va mucho más allá de los recintos deportivos. Sólo cuando llega a nuestras calles y a nuestras casas empezamos, sorprendidos, a preocuparnos por ella. Y entonces -ironías de la vida- nos preguntamos de dónde viene.

www.miguelangelrodriguez.net

Sobre el autor

El periodista asturiano Miguel Ángel Rodríguez Caveda analiza la actualidad de España vista desde Estados Unidos


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