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Miguel Ángel Rodríguez Caveda

Al otro lado del Atlántico

Oda al antifútbol

El juego desplegado por el Inter de Milán frente al FC Barcelona puede ser calificado poco menos que como una oda al antifútbol. Aparte de las escasas ocasiones en que Eto’o y Milito llegaron a oler el balón, la estrategia del venerado –e incluso considerado por algunos como gran estratega- José Mourinho frente al vigente ganador de la Liga de Campeones consistió en colgar a sus futbolistas del larguero, esperando que los 90 minutos se consumiesen cuanto antes. Catenaccio en estado puro.

La táctica, a pesar de ser rácana hasta el punto de desesperar al espectador –y a los jugadores barcelonistas-, resultó efectiva. Julio César no tuvo que agacharse a recoger el balón de la red ni una sola vez. Y el conjunto italiano se llevó un puntito que les supo a gloria. Lo lograron, eso sí, en detrimento del espectáculo. Aunque a los aficionados italianos no pareció importarles, ya que celebraban hasta los saques de esquina.

Un equipo que aspira a ganar la máxima competición continental debería tener algo más que ofrecer sobre el terreno de juego que nueve jugadores encerrados en el área y dos delanteros caza-balones. Eso fue el Inter. Un muro infranqueable al que la pelota duraba pocos segundos. Los que transcurrían desde el patadón de los defensas hasta que uno de los puntas lo perdía en su desesperada carrera o disparaba al no tener ninguna opción de crear juego.

Es obvio que en la actualidad ningún equipo se atrevería a salir sin defensa ante el conjunto de Pep Guardiola. Pero no es necesario irse a los extremos. En las dos primeras jornadas de Liga hemos visto como Sporting y Getafe trataban de jugar contra los azulgrana de tú a tú, y en ciertos momentos del encuentro incluso lo conseguían. Claro, ellos no sacaron ningún punto. Pero sus seguidores quedaron satisfechos por la voluntad de jugar al fútbol, frente a la de crear una muralla humana.

Si un equipo de la Liga española jugase como lo hizo el miércoles el once de Mourinho, sería silbado y abucheado eternamente por su afición. Es por ello que en España tenemos la mejor Liga del mundo, que emociona, sorprende y apasiona, aunque hay quien todavía lo pone en duda.

A pesar del empate cosechado, los nuevos compañeros de Eto’o probablemente dejarán la competición antes de las rondas decisivas. Al menos, si siguen jugando de este modo. Sería lo lógico (y lo merecido). Aunque también es cierto que en ocasiones suena la flauta. Si no, que se lo digan a la Grecia de la Eurocopa 2004. Nunca se ha ganado un título ofreciendo menos a cambio. Esperemos que esta Champions tampoco se la lleve el antifútbol.

www.miguelangelrodriguez.net

Sobre el autor

El periodista asturiano Miguel Ángel Rodríguez Caveda analiza la actualidad de España vista desde Estados Unidos


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