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Miguel Ángel Rodríguez Caveda

Al otro lado del Atlántico

La etiqueta de la discordia

Apenas han pasado tres meses desde que Suecia asumió la presidencia semestral de la UE, y los escandinavos han vuelto a poner sobre la mesa el debate en torno a la etiqueta obligatoria de las calorías en las bebidas alcohólicas. Una idea que lleva ya tiempo en “tierra de nadie”, al no haber suficientes posturas definidas entre los países miembros -ni a favor ni en contra- pero que para los vecinos del norte de Europa parece ser de vital importancia.

La propuesta se ha elevado aprovechando un debate general entre los países de la UE sobre cómo regular la información que llevan los alimentos en su etiquetado, momento que ha enlazado la Presidencia sueca –conocida por sus políticas para gravar el alcohol- con su deseo de imponer una indicación del aporte energético en ese tipo de bebidas. En la actualidad dicha mención está prohibida para los fabricantes de vinos, cervezas o bebidas espirituosas (de mayor graduación), quienes no pueden etiquetar componentes nutricionales como las calorías o los hidratos de carbono. Una excepción que Bruselas quiere mantener durante cinco años más, y que se basa principalmente en el rechazo del sector productor de dichas bebidas, cuyo poder económico es suficiente para hacer estremecer los cimientos de la Unión.

No podemos olvidar que la UE cuenta con más de un millón y medio de explotaciones vitivinícolas, con una superficie de 3,4 millones de hectáreas. Es decir, el 2% de la superficie agrícola de todo el territorio. Según datos recientes, la producción de vino representa el 5,4% de la producción agrícola total de la Eurozona, y más del 10% en Francia, Italia, Austria, Portugal, Luxemburgo y Eslovenia.

Eso en lo referente al vino. Pero el sector cervecero es también clave en el panorama agroalimentario. Según el Ministerio de Medio Ambiente, sólo en España aporta más de cinco mil millones de euros anuales a la economía nacional, representando el 0,52% del PIB del país.

Los fabricantes temen un descenso del consumo en caso de ser obligados a introducir dichas explicaciones en sus productos. Y, con el peso de sus credenciales, difícil será que Bruselas vaya en su contra. Pero ahí los empresarios se equivocan.

Fuera de nuestro territorio, multitud de países están optando por señalar las calorías en sus bebidas. Especialmente en la cerveza, cuya fama de hipercalórica está en muchos casos injustificada. En naciones como Estados Unidos no sólo se acepta dicha distinción, sino que se demanda. Y gracias a la misma se ha impulsado el mercado de las denominadas cervezas light, que en la actualidad son las de mayor éxito comercial.

Los consumidores tienen derecho a saber qué están adquiriendo y también su valor energético. Y la UE no debería ceder a presiones que van en contra del interés general de los ciudadanos. Es mayor el miedo de los fabricantes que el peligro real de perder clientes, puesto que los europeos no van a cambiar sus costumbres. Ni el alemán dejará de tomarse su cerveza, ni el español apartará el vino cuando salga de tapeo. Bruselas debe hacer lo correcto. Es decir, aprobar la etiqueta. Y que cada uno decida después.

www.miguelangelrodriguez.net

Sobre el autor

El periodista asturiano Miguel Ángel Rodríguez Caveda analiza la actualidad de España vista desde Estados Unidos


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