Cuando el pasado 22 de noviembre salieron a la venta las entradas para los ocho conciertos que dará en la capital de España, éstas volaron en menos de una hora. Alejandro Sanz arrancó el miércoles uno de los regresos más esperados del mundo de la música en español. Y lo hizo como nunca antes lo había hecho: en un entorno íntimo –un teatro de la Gran Vía madrileña- y rodeado de muchos amigos.
Al Teatro Compac acudieron personalidades de todos los ámbitos: artistas como Miguel Bosé, Ana Torroja, Malú, David De María o Leonor Watling estaban mezclados con el público, que pagó en su mayoría más de cien euros por entrada para asistir al evento. También se encontraban en el patio de butacas David Meca, Carlos Moyá y Feliciano López; Luis Figo y su exuberante mujer Helen Swedin; Carolina Cerezuela, Mónica Cruz y María José Suárez; y actores muy de moda como Paco León (‘el Luisma’ de la serie Aída) y su compañera de reparto Pepa Rus (‘la Macu’). Tampoco faltaron otros como la incombustible Ana Obregón, que no se pierde un ‘sarao’, y el equipo de los 40 Principales liderado por Tony Aguilar, que cubría en directo el concierto. Todo estaba listo para un reencuentro apoteósico y muy cercano con uno de los cantautores más reconocidos de la historia musical de nuestro país.
Alejandro no defraudó, pero tampoco ‘se salió’. A su ya conocida timidez se sumaron muchos nervios que le traicionaron en algunas ocasiones, como cuando empezó cantando al piano uno de sus temas por el estribillo, en lugar de hacerlo por la primera estrofa. Tuvo la sinceridad de sonreír y reconocer sus nervios abiertamente, con lo que terminó de meterse en el bolsillo a un público ya de por sí entregado a su persona y a su música. Eso sí, se le notó la falta de contacto con los escenarios. Empezó un poco frío, y para cuando cogió el ritmo ya se habían consumido tres cuartas partes del concierto. Él mismo reconoció que se había “animado un poco tarde” porque “en un concierto normal hay actuaciones previas, otros cantantes y grupos, y en un teatro es directamente ‘sal y canta’ sin más”. Esto, unido a unos problemas de sonido iniciales que no permitían oír bien su voz, minó un poco la calidad de la puesta en escena. Aunque a nadie pareció importarle.
Los asistentes cantaban cada uno de los temas del madrileño de acento andaluz, y toda excusa era buena para empezar a aplaudir, bailar y corear el nombre del artista. De hecho, el propio público fue protagonista en las numerosas (y excesivas) ocasiones en que Sanz dirigió su micrófono hacia los fans para que fueran ellos quienes cantasen sus letras.
Sólo se echó de menos (al menos yo lo hice) una canción: “Pisando fuerte”. Uno de sus temas clásicos, incluido en su primer trabajo “Viviendo deprisa” de 1991. Quizá decidió no incluirlo porque ya no le hace falta. Hace muchos años que Alejandro viene pisando fuerte.