Se cumple el primer aniversario de la elección de Barack Obama como Presidente de Estados Unidos. Y la efeméride está siendo aprovechada por algunos para atacar al de Honolulu. La impaciencia de periodistas, analistas y columnistas, unida a la de la propia población estadounidense (y mundial) está arrojando un balance negativo (o al menos “no positivo”) de la gestión del demócrata en sus primeros 12 meses al frente de la Casa Blanca. No parece éste un juicio justo para alguien que llegó al poder cuando la nación de las barras y las estrellas se enfrentaba a tantos problemas que el jefe del Ejecutivo anterior tuvo que salir por la puerta de atrás.
A Obama se le acusa de tener muchos frentes abiertos y de no haber cumplido los objetivos fijados durante la campaña. Y, en efecto, el líder demócrata tiene muchos asuntos en proceso. Procesos que, sin embargo, jamás podrán llegar a su fin si no cuentan con el apoyo de la oposición, cada vez más centrada en destruir y menos en dialogar (¿les suena familiar?).
Los propios republicanos llegaron a pensar en su día que Barack era “el elegido”, el “mesías”. Muchos se lo creyeron de verdad y prometieron aunar fuerzas para sacar el país adelante. Pero meses después, al ver que su presidente no camina sobre las aguas, se han puesto en su contra. La victoria del republicano Scott Brown frente a la demócrata Martha Coakley en las elecciones al Senado celebradas esta semana en Massachusetts así lo demuestra. Los estadounidenses querían una varita mágica que ni Obama ni ningún otro candidato pueden ofrecer. Y menos ahora, ya que con la citada derrota el partido en el poder pierde la mayoría absoluta en la Cámara Alta. Es decir: las medidas legislativas impulsadas por el Gobierno corren el peligro de ser vetadas. En especial la reforma sanitaria, que daría cobertura a la gran mayoría de estadounidenses y que está ahora pendiente de un hilo, pues no es vista con buenos ojos por los republicanos.
Por muy bueno que pueda ser Barack Obama, sin apoyos internos y externos nunca logrará nada. Es necesario darle un margen de confianza para que pueda sacar adelante sus propuestas, las mismas que enamoraron al mundo hace tan sólo un año. La impaciencia no ayudará a Estados Unidos a remontar el vuelo, y el enfrentamiento entre partidos tampoco. Lástima que, en la vida real, a los políticos eso les importe poco.