La imagen ofrecida por el Real Madrid en el Camp Nou, al margen de lo deportivo –donde se llevó un repaso que se recordará durante décadas- fue lamentable. Fue la de un equipo que ha perdido su seña de identidad. La de un Club que no es ni la sombra de lo que era para el mundo hace apenas unos meses. No obstante, su Presidente sigue asistiendo impasible a la destrucción de la imagen que tantos años y esfuerzo ha costado crear.
El Real Madrid ha sido, desde siempre, un club Universal. Conciliador. Mediador. Solidario. Un ejemplo para el resto de equipos de fútbol del planeta. Hasta ahora.
El efecto de los fichajes de Florentino arroja el siguiente resultado: cero títulos. Pero también este otro: un club cuyo honor e imagen están en entredicho.
El Real Madrid, su entrenador y varios de sus jugadores están siendo investigados por las tarjetas forzadas en la eliminatoria de Champions League, una acción legal según el reglamento pero de poco fair play para la gran mayoría de aficionados al fútbol. El Comité Antiviolencia está estudiando sancionar a José Mourinho por sus duras acusaciones y su enfrentamiento directo con Manuel Preciado, entrenador del Sporting. Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos y Carlvalho están en el punto de mira del Comité de Competición a estas horas por sus agresiones a Guardiola, Puyol y Messi respectivamente en el partido contra el FC Barcelona. Y, de hecho, el propio Ramos ha logrado el dudoso honor de ser el jugador con más tarjetas rojas en la dilatada historia del Real Madrid, contabilizando la del lunes en el clásico. Datos que ofrecen una imagen de club muy lejana a la que hubiese querido Don Santiago Bernabéu. Y que, lamentablemente, Florentino Pérez acepta sin rechistar.
Un Presidente, por poco mediático que quiera ser, no puede quedar al margen de datos tan objetivos como alarmantes. La popularidad del Real Madrid cae en picado gracias a las pillerías de su entrenador y las salidas de tono de alguno de sus jugadores. Estamos ante un equipo que ha pasado de ser recibido con aplausos por los campos de España, a serlo con abucheos y silbidos. Los más forofos denuncian angustiosamente un crecimiento del antimadridismo en el fútbol. Y puede que no les falte razón. Pero es un sentimiento que el Club se está ganando a pulso, día tras día.
Florentino debe aprovechar la manita que le hizo el Barça el lunes para usar él mismo la mano dura en Chamartín. Debe exigir a su entrenador que gane títulos en lugar de portadas. A sus jugadores que peleen por balones en juego, no por aquellos en manos de entrenadores ajenos. Y a sus estrellas que no insistan en estrellarse tan a menudo. Tanto Ramos como Pepe o el propio Cristiano empiezan a convertir el dejar a su equipo con 10 en una peligrosa costumbre.
El club con mejor palmarés de la historia va camino de ser también el de peor imagen. Desafortunadamente para el Madrid, sólo una persona puede cambiar esta tendencia.