La vuelta al trabajo de los controladores aéreos ha debido sonrojar a muchos. El retorno a los puestos de trabajo y a la normalidad en los aeropuertos españoles ha dejado en evidencia las mentiras que este colectivo ha tratado de vender a la sociedad durante un tiempo que era ya demasiado largo. Se acabaron los llantos injustificados de un montón de privilegiados insolidarios y egocéntricos, sólo preocupados por ganar más dinero –muchísimo más- que el 90 por ciento de los españoles. Un grupo de sinvergüenzas adinerados que ahora no pueden justificar cómo el viernes estaban todos enfermos y el sábado, después de aprobarse el estado de alarma, se recuperaron como por arte de magia. Lamentable. Y esperemos que condenable ante los tribunales.
Por una vez el Gobierno socialista respondió sin tibiezas. Zapatero no dio la cara para variar, pero sí lo hizo su mejor candidato para las próximas elecciones. Rubalcaba , flanqueado por José Blanco, demostró una mano dura tan necesaria como largamente esperada. Y por ello recibió el aplauso y la aprobación de los españoles a la vez que su popularidad subía un escaloncito.
Bien es cierto que el origen del problema estaba en la actuación del propio Gobierno, que desde muchos meses atrás había salvado a base de improvisación las numerosas huelgas encubiertas de los controladores. Fueron los socialistas los que decidieron tomar medidas de extrema gravedad el mismo día que se iniciaba el puente más importante del año. Podrían haber esperado una semana, pero la incompetencia de los de Ferraz se supera a sí misma día a día. Ellos solitos provocaron la rebelión en las torres de control, el caos en los aeropuertos y la pérdida de cientos de millones de euros que tanta falta hacían a la economía española. Es como si un pirómano prende un bosque y, justo antes de que se queme del todo, lo apaga. Así actuó el Gobierno de ZP, que debería responder con elecciones anticipadas a una de las mayores crisis de nuestra democracia. Un crisis provocada, directamente, por su Ejecutivo.
Han empezado ya los dimes y diretes entre el principal partido de la oposición y el partido en el poder. Mientras unos piden la salida del presidente, otros osan acusar a los de Génova de orquestar la huelga salvaje. Una de tantas barbaridades que hemos escuchado, y seguiremos escuchando, en los próximos días.
El Gobierno debe responder ante los ciudadanos aceptando su culpa. Y asegurándose de que situaciones como ésta no vuelvan a suceder. Ojo, que a los pilotos también les gusta hacer de las suyas. Y las navidades están a la vuelta de la esquina.