Durante muchos años he admirado la figura de José María Ruiz Mateos. Me parecía una persona inteligente que había sufrido en sus carnes una injusticia muchos años atrás. Un revés de esos que, probablemente, afectan a una persona de por vida.
Cuando me enteré de la creación de la Nueva Rumasa y de su emisión de pagarés a intereses muy por encima de la media del mercado, llegué a plantearme comprar. Suponía un esfuerzo, pero pensaba que valdría la pena. Y lo pensaba porque creo firmemente que las personas que superan los golpes de la vida aprenden de ellos y se hacen más fuertes. Y creía que, en este caso, Ruiz-Mateos iba a liderar un proyecto ganador. Benditos mi padre y mi abogado, que me dijeron que si me metía en eso estaba tirando el dinero a la basura. Con lo que cuesta ganarlo. Gracias a los dos, por cierto.
Ruiz Mateos y su familia han engañado públicamente a los españoles. A todos. No sólo a sus inversores, sus empleados o incluso a sus futbolistas del Rayo Vallecano. Sino a cualquiera que tuviera un ápice de esperanza en ellos. Yo me siento engañado sin haber invertido en Nueva Rumasa. Y millones de personas comparten este sentimiento.
No voy a entrar a valorar el carácter personal de la familia. De hecho, es curioso que me caen bastante bien. Pienso que son personas buenas, pero quizá demasiado soñadoras. De esos que mucho abarcan y poco aprietan. Gente que aboga, por ejemplo, por no despedir empleados, algo que está muy bien. Pero que por su tozudez acaban no pudiendo pagar a ninguno de ellos, ni los que tenían que irse ni los que deberían quedarse. Mala solución esa: tener a todos tus empleados con trabajo, pero sin sueldo.
El penúltimo episodio de esta gran farsa ha sido el parte médico que han presentado los abogados del gran patriarca para justificar su ausencia en los juzgados de Madrid. A José María Ruiz-Mateos se le acusa de nada menos que tres delitos fiscales contra el Rayo Vallecano. Pero no ha ido a declarar por una supuesta lumbalgia. Más esperpento para una historia que tiene toda la pinta de acabar muy mal para la familia. Alguno, tarde o temprano, tendrá que rendir cuentas entre rejas. Al tiempo.