El partido republicano ha visto el martes como sus primarias, lejos de unificar a la oposición en torno a un candidato que pueda derrocar al actual
Presidente, han servido para reflejar una vez más la fractura interna que existe entre los votantes conservadores.
Aunque de cara a la galería el ganador de esta fase electoral ha sido Mitt Romney, lo cierto es que nada hace presagiar un paseo triunfal hacia la
candidatura. De hecho en uno de los feudos más representativos, Ohio, la victoria de éste sobre Rick Santorum fue de apenas unos miles de votos, entre
los cerca de un millón que se contabilizaron en ese estado. Y eso que invirtió 12 veces más que su rival.
Romney es un multimillonario mormón con ciertas tendencias liberales que viene de ser gobernador de Massachussets. Santorum es un ex senador católico
cuyas creencias le llevan a criticar la homosexualidad e incluso a abogar por la unión de Iglesia y Estado. Dos cartas de presentación muy distintas dentro
del mismo partido. Lo que ha llevado a una situación de división interna que no augura un final feliz. Al menos, no para todos.
Aunque el de Massachussets encabeza el recuento de delegados, está aún lejos de los 1,144 necesarios para adjudicarse la candidatura final, que se decide en
la Convención Republicana del mes de agosto. Quien salga elegido deberá medirse a Barack Obama en las presidenciales de noviembre. Y ojo, que si Newt Gingrich (el tercero en discordia) decide abandonar, su voto sería aglutinado por el ultraconservador. Algo que igualaría más si cabe el panorama electoral de estas primarias.
La preocupación ahora en las filas republicanas está en el desgaste que llevará para el verano el candidato resultante, debido a la batalla de unas primarias en las que, según lo visto, prácticamente todo vale. Hasta el momento, parece que solamente Obama sale ganando.