Decía Bette Davis que la televisión es maravillosa porque “no sólo nos produce dolor de cabeza, sino que además en su publicidad encontramos las pastillas para aliviarlo”. Desde su invención la pequeña pantalla ha sido tanto fuente de males como de soluciones; origen de alegrías y de tristezas; generadora de éxitos y fracasos; impulsora de fama… y por supuesto de olvido.
Eso debe pensar en estos días Mariló Montero, quien después de tres años al frente de ‘La Mañana de La 1’ dejará de presentar el espacio de TVE para dejar paso a Marta Robles. Del cielo al infierno en solo unas horas. Así es la televisión, para lo bueno y para lo malo.
Montero ni es la primera ni será la última en probar las dulzuras y amarguras del mundo de la pequeña pantalla. Destacable lugar en estas subidas y bajadas merecen otrora importantes presentadores como Julián Lago, Pepe Navarro o el histórico Javier Sardá, por ejemplo. En los últimos meses también otro ‘grande’ como Andreu Buenafuente se veía sepultado bajo las tozudas -pero soberanas- cifras de audiencia. Ni qué decir tiene que este vaivén de personalidades no entiende de sexo, raza, religión… ni siquiera de imagen. Si no, fíjense en Pilar Rubio, bella entre las bellas, que no ha sido capaz de liderar un solo programa con éxito desde su fichaje por Telecinco.
Otros, sin embargo, están pasando por el punto álgido de su presencia televisiva. Al fantástico Jordi Évole (cuyo auge coincide curiosamente con el declive de su mentor) le sobran razones para sonreír, tanto por la audiencia como por la calidad de su programa. Aunque, si es tan inteligente como parece, nunca se sentirá realmente Salvado de la posibilidad de fracasar, que siempre está ahí. O qué decir del Chef más famoso del momento, Alberto Chicote, capaz de dar la vuelta a la cocina más infernal y al equipo menos competente. Cifras récord para La Sexta gracias a su programa, que promete tener un gran futuro… al menos durante su primera temporada.
Tampoco artistas como Malú o Melendi han dejado pasar la oportunidad de navegar por las aguas televisivas, encontrando en ellas frutos probablemente inesperados. La popularidad de ambos se ha disparado, en especial la del asturiano, cuyo núcleo de seguidores ha aumentado geométricamente. En el bando contrario está su compañero de programa David Bisbal, a quien su paso por La Voz no le está ayudando precisamente a hacer amigos. Al menos, en las redes sociales.
Altos y bajos de unos y otros, que nos devuelven a la frase de Bette Davis. La televisión te da migrañas y luego te las cura. O al revés, te medica durante tiempo y luego te deja en estado terminal. Y en España solo hay una excepción a esta regla: llamarse Jesús Vázquez