La posibilidad de que Suiza decida “cerrar” sus fronteras a la inmigración en las próximas fechas ha hecho saltar la voz de alarma en varios países de Europa, empezando por España. Se está tachando la política migratoria suiza de poco menos que racista. Y puede que en cierto modo lo sea. Pero lo cierto es que no es nada nuevo.
Actualmente Suiza ya utiliza la denominada “cláusula de salvaguardia” relativa a la libre circulación de personas, según lo establece el acuerdo que tiene firmado con la Unión Europea. Su fórmula de funcionamiento es sencilla: cuando el número de permisos de residencia expedidos en el último año aumenta un 10% con respecto a la media de los tres años anteriores, la Confederación Helvética reduce drásticamente el número de admisiones. Así controlan los conocidos como “efectos llamada”. Esta norma ya se utiliza contra los ciudadanos de los países del Este: Estonia, Letonia, Lituania, Hungría, Polonia, Eslovaquia, República Checa y Eslovenia. De hecho el pasado mes de mayo Bruselas condenó la medida por su carácter discriminatorio. Pero a los españoles este asunto nunca antes nos había importado.
Ahora es distinto. Los que van a Suiza no provienen del Este. Salen principalmente de tres países: Italia, Portugal… y España. Y es precisamente el número de españoles que está recibiendo Suiza en los últimos meses lo que preocupa –y mucho- al Consejo Federal suizo.
Al ritmo que van llegando inmigrantes en lo poco que va de 2013, se superaría la tasa del 10% antes de verano. Y gran parte de ese aumento se debe a la inmigración española, portuguesa e italiana. Por lo que los helvéticos están estudiando ampliar la citada cláusula de salvaguardia a estos tres países.
Según el ministro de Asuntos Exteriores Didier Burkhalter, en caso de decidir incluirnos en su “lista negra” migratoria la medida se aplicaría únicamente durante un año. Pero lo cierto es que, aunque el ministro trate de suavizar los ánimos, son los propios ciudadanos suizos los que ya están hartos de tanta inmigración. Algunos partidos políticos han lanzado campañas contra la inmigración masiva e incluso se ha planteado un referéndum para afrontar lo que consideran un peligro de superpoblación.
En definitiva, parece claro que, se decida lo que se decida al respecto en abril o mayo próximos, Suiza no nos quiere. Tampoco es de extrañar, si ni nosotros mismos nos aguantamos. Como para decirles algo.