Los ocurrido en Estados Unidos en los días posteriores al atentado de la Maratón de Boston han descubierto al mundo, una vez más, innumerables detalles sobre la grandeza de Estados Unidos, de sus políticos y de sus ciudadanos. Actitudes y actuaciones que, desde el otro lado del Atlántico, se ven con el mismo estupor que admiración. Incluso me atrevería a decir que con un poco de envidia. Sobre todo desde España, donde un desarrollo similar de los acontecimientos tras una catástrofe de esa magnitud sería impensable. A los hecho me remito.
La primera reacción tras las explosiones fue la inmediata colaboración ciudadana y un despliegue de las fuerzas de seguridad digno de esas películas que se gestan en la otra costa del país norteamericano: rápido, efectivo, y coordinado. En ese momento, Obama compareció ante sus conciudadanos animando a ayudar a las víctimas y prometiendo una investigación para dar con los culpables de semejante atrocidad. Lo hizo sin datos. Lo hizo sin detalles. Y nadie se los reclamó, porque había cosas más importantes que hacer.
Pasadas las primeras horas, y evaluados los daños personales y materiales, Obama volvió a comparecer ante los medios. Era una intervención de tipo institucional, sin turno de preguntas. Una declaración de intenciones sobre la búsqueda incansable de los culpables, pero de nuevo sin datos aclaratorios. Y nadie se los reclamó. Los periodistas allí reunidos, muchos procedentes de medios afines a los dos grandes partidos, entendieron que aún quedaba mucho por hacer antes de tener pistas fiables. En un país donde la libertad de prensa se defiende con la misma pasión que la propia vida, los medios no se quejaron por no poder hacer preguntas. Al fin y al cabo, habría mucho tiempo después para hacerlas.
Este entendimiento con los medios, esta aceptación de que las investigaciones no son cosa de minutos y esta solidaridad con el Presidente, visiblemente afectado por los hechos, encontró su reflejo en numerosos sectores del país. A las numerosas muestras de afecto de los ciudadanos, los artistas o los deportistas, se sumaban las de los políticos. Demócratas y Republicanos. Sin importar el color o las ideas. Sin acusaciones. Arrimando el hombro para sacar adelante una situación difícil. Una vez más, Estados Unidos ha dado ejemplo de patriotismo, de unidad, de solidaridad y de esfuerzo por el bien común. Ya habrá tiempo para más preguntas o incluso para reproches. Por el momento, eso no toca.
¿Se imaginan a un Presidente español saliendo a hacer una declaración sin datos y sin permitir preguntas tras un atentado? ¿Cómo creen que reaccionarían los medios, los políticos e incluso los propios ciudadanos no afines al partido en el poder?
La respuesta la sabemos de sobra. Y por eso Obama nunca podría presidir España. Decía Abraham Lincoln que “una casa dividida no puede sostenerse”, y los americanos se aplicaron el cuento. Aquí parece que aún no lo hemos entendido.