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Miguel Ángel Rodríguez Caveda

Al otro lado del Atlántico

La gran mentira de Podemos es su líder

Hasta la fecha he hecho un esfuerzo consciente para no escribir sobre Podemos. Incluso esta misma semana me planteaba si no era mejor escribir sobre Jeb Bush y su camino hacia la Casa Blanca, algo que me parece mucho más interesante que hablar de Pablo Iglesias y su tropa. Pero la manifestación del fin de semana pasado, y los resultados de la encuesta del CIS me han hecho recapacitar. Hablemos, pues, de la gran mentira de Podemos: Pablo Iglesias.

Iglesias debe ser en estos días un hombre encantado consigo mismo. Sin ningún mérito digno de mención que le preceda, ni una carrera brillante en ninguna disciplina, ni siquiera un historial político en el que apoyarse, se ha erigido en el portavoz de los ciudadanos indignados de España. Parece todo un milagro. Pero no lo es. Y no lo es porque su partido, lejos de ser tan ajeno a las influencias del poder como pretende, ha sido dirigido desde su creación por el capital del Gobierno venezolano. De hecho, parte de ese capital ha salido ya a la luz con las famosas facturas del señor Monedero. Hay una parte que aún no se ha hecho pública, pero sin duda lo hará –convenientemente- antes de que nos toque ir a las urnas. Primera mentira.

Iglesias no es comunista. Al menos, no es un comunista de los buenos, de los de antes. De los que de verdad creían en la igualdad de clases y vivían según su discurso, algo muy respetable se comparta o no. Don Pablo es un rojo “especial”. Un hombre que, como se ve en un popular vídeo de Internet, se jacta de romperse una mano partiéndole la cara a un joven por intentar robar una mesa de mezclas. Un joven que no era “de mi situación socioeconómica” según Iglesias, sino que era “gentuza, de clase mucho más baja que la nuestra”. Iglesias dixit. Segunda mentira.

El líder de Podemos hace gala del diálogo como su principal arma de ataque. Pero tampoco es así. En varios de sus discursos, el madrileño cita a combatir al capitalismo, al que considera “el enemigo”, con “el lenguaje de la fuerza”. Asegura que “portar armas es un derecho y una de las bases de la democracia” y llega a pedir “disculpas por no romper la cara a todos los fachas con los que discuto en televisión”. Todo un ejemplo de persona dialogante. Además, llega a justificar el terrorismo porque según él “tiene explicaciones políticas”. Tercera mentira.

Tampoco el eurodiputado es demócrata, como afirma hasta la saciedad. Y no lo es por varios motivos, entre los que se encuentran  declaraciones contra la propiedad privada del resto de ciudadanos (frases como “ser demócrata es expropiar”) o incluso por sus planes de futuro para España. “Hay quitar de en medio a los partidos políticos”. Toda una declaración de intenciones al más puro estilo Chávez. Quién sabe, igual se le aparece en forma de pajarito, como a Maduro. Cuarta mentira.

El CIS dice que el partido de este sujeto está segundo en intención de voto en España. Pero el problema no es ese. El problema es que, viéndose quien es en realidad, aún haya tantas personas que crean que es el adecuado para liderar este país. Ser indignado es una cosa. Ser ciego, otra. Ser suicida es peor.

@rodriguezcaveda
www.miguelangelrodriguez.net

Sobre el autor

El periodista asturiano Miguel Ángel Rodríguez Caveda analiza la actualidad de España vista desde Estados Unidos


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