El Congreso de Colombia ha dejado vía libre a su presidente Álvaro Uribe para que acceda a una hipotética segunda reelección el próximo año. La propuesta fue aprobada por mayoría absoluta y ahora pasará a la Corte Constitucional, que tendrá que decidir si el mandatario puede aspirar por tercera vez consecutiva –mediante plebiscito- a presidir el ejecutivo del país. En caso afirmativo, la Registraduría Nacional (órgano responsable de la organización electoral) preparará un referéndum en el que se preguntará a los colombianos si desean una segunda reelección de Uribe o no.
Los partidarios del actual jefe de gobierno se felicitaban tras conocerse el resultado de la votación de la Cámara de Representantes. Y eso que ni siquiera el propio presidente ha expresado su voluntad de ser reelegido en los próximos comicios. Al menos, no públicamente. Pero a falta de que el de Medellín confirme dicha intención, lo que parece bastante claro es que cuenta con el apoyo popular para poder hacerlo.
No es para menos. Los colombianos eligieron a Álvaro Uribe para recuperar la seguridad en el país a toda costa y utilizando la fuerza en caso necesario, cansados ya del frustrado proceso de paz con la guerrilla. El entonces candidato prometió emplear mano de hierro contra las FARC, y es innegable que ha sido fiel al compromiso. La llamada seguridad democrática ha sido el eje de su política desde su primera legislatura y la causa principal de sus altos índices de popularidad.
Sin embargo, a pesar de meter en las selvas a decenas de miles de militares y completar operaciones de gran importancia (como la liberación de la secuestrada Ingrid Betancourt) el problema de la guerrilla continúa sin agotarse. Éste es uno de los motivos por los que muchos ciudadanos de Colombia ven necesario extender la permanencia de Uribe en el poder: para que termine lo que empezó.
Lo que está claro es que la seguridad ciudadana ha aumentado de forma radical bajo su mando. Según datos del Ministerio de Defensa, sólo en los primeros 5 años los homicidios se redujeron en un 40 por ciento; las tomas de poblaciones, en un 80; los falsos controles de carreteras (donde se producen los raptos por la guerrilla) en un 90 por ciento; las masacres, en un 60; y los secuestros, en un 70 por ciento. Cifras que no dejan lugar a dudas sobre el efecto de su gobierno en el día a día del país.
Ahora queda la parte más difícil, ya que será cuando los partidarios de la reelección encuentren la oposición más férrea, tanto dentro como fuera del país. Existen muchos intereses a ambos lados de las fronteras para que Uribe no continúe al frente del gobierno de Colombia. Afortunadamente, desde el norte también los hay para que prosiga su lucha. Esperemos que todo salga bien. Y, claro, que ganen los buenos.