Exactamente 90 días ha tardado el presidente de facto de Honduras en empezar a manipular, ya de forma totalmente abierta y oficial, los medios de comunicación de su país. Llevaba haciéndolo desde antes del golpe de estado del 28 de junio, pero hasta el momento no había procedido al cierre fulminante de ninguno de ellos. Los primeros sacrificados han sido Radio Globo y el Canal Cholusat Sur, ambos contrarios al golpista y favorables a la reposición en el poder del depuesto Manuel Zelaya.
En la misma jornada en que un grupo de soldados procedía al cierre forzoso de dichos medios, El Heraldo –periódico favorable a Micheletti- anunciaba a bombo y platillo un “estado de sitio”. En el territorio hondureño ya no sólo se censuran los vehículos de transmisión de ideas contrarias al régimen actual, sino que se restringen también garantías constitucionales básicas como el derecho a la libertad personal, a la libre emisión de pensamiento o a la libertad de asociación y libre circulación. Un auténtico caos social cuyo fin se antoja realmente difícil.
Micheletti sigue de ese modo la senda de otros gobiernos como los de Cuba o Venezuela, donde la libertad de expresión brilla por su ausencia y e impera la “ley del miedo”. Como no puede ser de otro modo, desde el Ejecutivo se justifican dichas acciones asegurando que no sólo no son perjudiciales para el pueblo, sino que buscan salvaguardar “la seguridad de las personas y los bienes” y “evitar calumnias” sin afectar “en absoluto al proceso electoral”. Son palabras del ministro de Gobernación de facto Óscar Matute, que pretende convencer a la población de que en un estado de sitio militar se pueden llevar a cabo unas elecciones justas. ¿Alguien duda sobre quién “ganará” la pantomima electoral?
Los gobiernos internacionales deberían negarse a aceptar el resultado que se produzca en un hipotético plebiscito, por razones obvias. Pero parece difícil creer que lo harán. Ejemplo de ello es Hugo Chávez, un golpista fracasado cuya mayor habilidad es robar elecciones. A base de empeño -y de eliminar toda opinión contraria a él a golpe de candado o metralleta- no sólo consiguió alzarse con el poder en su país, sino que en la actualidad es recibido por los gobiernos del resto de naciones, incluida la nuestra, como un gobernante legítimo.
Micheletti ha dado el primer paso para proceder al “lavado de cerebro” de la población hondureña. Y, aunque todavía hay manifestaciones en su contra, éstas son cada vez más escasas y reducidas en número de participantes. Es decir, un calco de lo ocurrido en Caracas con los estudiantes, cuyas manifestaciones fueron aplacadas a disparos hasta que desaparecieron. Ahora, sin medios de comunicación en su contra, el dictador centroamericano puede seguir la senda de su homólogo venezolano. Y pronto podremos tenerlo de visita oficial en nuestro país. ¿A alguien le extrañaría?