Los últimos bandazos dados por el PSOE en torno a la reforma laboral han dejado en evidencia por enésima vez las carencias en la planificación de un Gobierno que, cada vez, convence a menos personas. Hay quien habla incluso de una hipotética moción de censura, una posibilidad para la que todavía no se han sentado las bases adecuadas. Es necesaria, por ejemplo, la convicción popular de que existe una alternativa de garantías al Ejecutivo vigente. Algo que el PP, a pesar del panorama de descontento actual en la sociedad española, ha sido incapaz de conseguir.
Lo que parece claro es que José Luis Rodríguez Zapatero y los suyos deciden los designios del país dependiendo de cómo se despiertan cada mañana. Un día suben la edad de jubilación, al siguiente quieren abaratar el despido, luego deciden subir los impuestos, y según como respire la calle hacen, deshacen y rectifican acordemente. Lamentable. Triste, muy triste. Y, sobre todo, poco esperanzador.
Que un ministro salga a la palestra para entonar el “mea culpa”, aclarar comentarios de días anteriores, aceptar errores, matizar proyectos mal recibidos por la opinión pública y contradecir lo que ha declarado otro miembro del gabinete del presidente sólo unos minutos antes es algo cotidiano en la política de España. Pocos se sorprenden y, lo que es peor, a nadie parece ya importarle demasiado. Otros países habrían tenido elecciones anticipadas hace tiempo, al constatar repetidamente la ineficacia de sus máximos mandatarios. Pero Spain is different. Aquí es como si todos estuviéramos esperando que Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra y el resto de países punteros del mundo “tirasen” de nosotros y, con el tiempo, nos sacasen del agujero en que nos han metido nuestros propios líderes.
Con la improvisación de Zapatero, todos perdemos. Empezando por él mismo y por su partido, que no había sido tan poco valorado desde su acceso al poder hace seis años. España va mal. Cada día peor. Son ya más de cuatro millones los parados (y subiendo). No se han tomado medidas efectivas para afrontar la crisis, y eso que llevamos varios años inmersos en ella. No se llega a una reforma laboral consensuada porque el ministro de trabajo sale cada día de su despacho con una propuesta distinta. Así no vamos a ninguna parte. No hay reacción, y estamos ya a la cola de Europa en la mayoría de las previsiones de recuperación. Pero Zapatero sigue improvisando. A ver si tenemos suerte y, en una de éstas, acierta en algo.