En un momento en que la situación socioeconómica preocupa al mundo entero, muchos esperan una especie de milagro. La llegada de alguien que sepa sacarnos de este embrollo. Estados Unidos puso su fe en un político, Barack Obama. Pasito a pasito el país ha ido repuntando y su economía ha vuelto a crecer. Pero los que no tenemos la fortuna de contar con un presidente que sepa lo que hace, nos vemos obligados a mirar hacia otro lado. Dicen los expertos que tenemos que depositar la confianza en los jóvenes, en los emprendedores. Aseguran que son el futuro. Al parecer, ellos tienen la llave que abre la puerta de la recuperación económica. Pero de poco va a servir tener la llave si no se acierta con la cerradura.
Según un nuevo estudio llevado a cabo por la Universidad de Valencia, las personas de 14 años beben ya tanto alcohol como las de 25. Los jóvenes y adolescentes tienen episodios de ingesta intensiva de bebidas alcohólicas una o dos veces por semana, doblan las cantidades en sangre consideradas “de riesgo”, beben con el único fin de emborracharse y empiezan a hacer “botellón” con 13 años. Si ése es el futuro de España, que Dios nos pille confesados.
La pasividad de los españoles no conoce límites. Nos hemos quedado tan apoltronados en nuestro sillón del bienestar que nos resistimos a movernos de él, aunque los tiempos hayan cambiado. Somos conformistas, permisivos y -lo que es aún peor- nos mostramos indiferentes hacia lo que ocurre en nuestro país y en nuestra propia casa. No somos capaces de reaccionar ante un Ejecutivo que nos está hundiendo en la miseria. Pero no es de extrañar, teniendo en cuenta que tampoco sabemos educar a nuestros propios hijos para que no deambulen, cubata en mano, por las calles de nuestros barrios. España, no te reconozco.
Lo que hace falta en este país es mano dura. Mano dura con el Gobierno y la oposición, de forma que comprendan que esto no es cosa de partidos, sino del futuro de todos los españoles. Mano dura con la pérdida de valores, que hacen de nuestra nación un lugar cada vez más alienado y menos familiar. Mano dura con los maltratadores, violadores, ladrones y demás criminales, que a menudo salen de la cárcel sin cumplir sus penas y vuelven a delinquir. Mano dura con aquellos que quieren enfrentarnos los unos con los otros, y sueñan con resquebrajar la unidad de España. Mano dura con los violentos, con los que nunca se puede negociar. Mano dura con los corruptos y con aquellos que aprovechan la situación económica para enriquecerse a costa de los demás. Mano dura, sencillamente, con todo aquello que está destruyendo nuestro país. Y mano dura con nosotros mismos y nuestro conformismo. Porque el principio de la solución está en nuestra propia casa.