“Il cavaliere” ha vuelto. Dos años después de dejar la presidencia de su país, Silvio Berlusconi, el cantante de cruceros convertido en magnate de los medios y luego transformado en político nacional, retoma el cargo de Primer Ministro italiano. Lo hace con un marcapasos y una que otra cirugía plástica en su haber. Vuelve después de ser acosado por juicios y acusaciones sobre conflictos de interés. Después de enviar soldados a Irak en contra del deseo de los italianos. Después de aprobar leyes que, según los críticos, se escribían para salvarlo de ir a la cárcel. Pero sí, vuelve. A sus 71 años, Berlusconi une de nuevo en su persona los poderes político y económico. Su fortuna ejercerá influencia directa sobre su modo de gobernar y legislar, al igual que lo harán sus medios de comunicación. Más de lo mismo. Muchos aseguran que ha ganado por su populismo y autopromoción, algo que está a su alcance como propietario de un importante conglomerado mediático. Sus opositores lamentan que su fortuna personal haya tenido tanto peso en la campaña. Pero lo cierto es que, a día de hoy, pocos son los lugares en los que el dinero no juega un papel fundamental en la carrera política. De hecho, probablemente España sea uno de ellos. Y en eso tenemos suerte. Italia no está sola. En muchas grandes naciones, el dinero decide presidentes. Un claro ejemplo es Estados Unidos. Meses atrás leía un comentario del analista internacional Libardo Buitrago en el que decía que el dinero es la “leche materna” de la política estadounidense. Algo tan vital para un candidato “como sus propuestas y su carisma”. Y es innegable. Basta con echar un ojo a la batalla demócrata por la candidatura a la Casa Blanca. Barack Obama ha recaudado más fondos que Hillary Clinton, y va claramente por delante. Lo que nadie nos asegura es que la elección final sea la correcta. Eso nos lo da el tiempo, no el dinero. Hace una semana el escritor italiano Umberto Eco afirmó en una rueda de prensa en Granada que si Berlusconi ganaba las elecciones, Italia tendría “lo que se merece”. Pues bien, ya lo tiene.