La actuación de Barack Obama en el segundo debate televisado entre los candidatos a ocupar la Casa Blanca estuvo –esta vez sí- a la altura de las circunstancias. Después de ser aplastado en el primer choque dialéctico por su rival, el republicano Mitt Romney, el actual presidente optó por mostrar una actitud mucho más combativa y enérgica que unos días atrás en Denver.
El formato del cara a cara, distinto al anterior, permitió a los dos candidatos responder a las preguntas de un elegido grupo de votantes indecisos. En la Universidad de Hofstra, en Hempstead, Nueva York, se habló de economía, de empleo, terrorismo… Pero por encima del discurso se hizo notar la voluntad de los debatientes de ofrecer una imagen de autoridad y confianza para convencer al electorado.
Obama estuvo más rápido, incisivo y agresivo que en el debate anterior. Acusó a su rival de mentir en varios de sus mensajes electorales, trató de distanciarle de la clase media citando repetidas veces su origen adinerado, e insistió en que paga menos impuestos que cualquier otro americano medio, a pesar de ganar mucho más.
Romney, por su parte, trató de defenderse del azote presidencial citando el atentado de Bengasi en el que perdió la vida el Embajador Chris Stevens. Acusó al de Honolulu y a su equipo de haber tildado de revuelta lo que en realidad fue un acto terrorista.
Curiosamente, si el moderador de la primera noche de debates no fue bueno para Obama, el de la segunda no lo fue para Romney. Cuando el ex gobernador de Massachusetts atacó por lo sucedido en Libia, fue corregido por la periodista Candy Crowley que, extralimitándose claramente en sus funciones, favoreció así al presidente.
Lo cierto es que Obama estuvo más lúcido. De hecho, fue el único de los contendientes que pidió activamente el voto de los estadounidenses. El republicano olvidó hacerlo en su última intervención, signo inequívoco de que no era su noche más brillante.
Según los principales medios estadounidenses, Obama ganó el debate por una diferencia de 7 puntos. Pero hay que destacar que al menos un 30% de los televidentes valoraron el envite como un empate. Serán las primeras encuestas de intención de voto tras el debate las que muestren si la actuación de ambos ha equilibrado de nuevo, como parece, la carrera hacia el Despacho Oval.