No ganó el Mundial de F1 por apenas tres puntitos. Pero tras la votación organizada por la revista Autosport para decidir quién es el piloto del año, Fernando Alonso se ha erigido en destacado vencedor. El asturiano se impuso en la votación al campeón de Red Bull, Sebastian Vettel, por nada menos que 71 puntos, la mayor ventaja desde que se realiza esta encuesta. Los directores de cada equipo tenían que otorgar los puntos de la misma forma que lo hace la FIA en los grandes premios (25, 18, 15, 12…). De los 11 jefes de escudería, ocho se decantaron por Fernando Alonso. Una muestra muy clara de que la calidad del piloto español es ampliamente reconocida por los que de verdad saben de Fórmula 1.
El Mundial, en especial la última carrera de Brasil, dejó a los aficionados con mal sabor de boca. De hecho, la presión de los fans obligó a Ferrari a pedir una explicación por el polémico adelantamiento de Sebastian Vettel en Interlagos (yo sigo pensando que con bandera amarilla). Pero Fernando nunca se escudó en ello para reconocer abiertamente que Vettel fue un “justo campeón”.
Es lo que diferencia a los grandes de los mediocres. Saber ganar es fácil. Lo complicado es saber perder. Alonso demostró que sabe hacer ambas cosas.
Distinto panorama nos encontramos si, de vuelta en España, nos pasamos por el Santiago Bernabéu. Allí habita un hombre con la capacidad de saber solamente ganar. Si gana, es porque él es “especial”. Si pierde, porque los jugadores no han corrido, el público no ha animado o el árbitro ha regalado algo al rival. Es fantástico. José Mourinho nunca pierde. Son los fenómenos que ocurren a su alrededor los que evitan que gane.
La última demostración del polémico entrenador se dio en la rueda de prensa tras perder ante el Celta de Vigo en Copa. El portugués, después de que su equipo no jugase absolutamente a nada durante los 90 minutos, justificó la derrota diciendo que alguno de sus jugadores “no quería jugar este partido”. Qué suerte tiene este hombre. Él nunca hace nada mal. La culpa es siempre de los demás.
El nivel profesional y humano de uno y otro salta rápidamente a la vista. Alonso es un grande, un líder, un referente. El otro es simplemente un niño que se enfada y patalea cuando no le dejan ganar. Seguramente por eso se entiende tan bien con Cristiano Ronaldo. Son tal para cual.