Dicen que las finales no están para jugarlas sino para ganarlas. Y el partido del Málaga este martes frente al Borussia era toda una final. Una final que, lamentablemente para el fútbol español, no se ganó. Pero no por deméritos de sus jugadores, sino por un desastroso error arbitral. Una vez más, la incompetencia de un colegiado se elevaba sobre los méritos deportivos para inclinar la balanza a favor de uno de los contendientes.
No se trata de ir de víctimas, ya que la historia futbolística de cada club siempre tiene en su haber errores a favor y en contra. Y derrotas y victorias en el último minuto. Sean más o menos “justas” o “injustas”. Esta vez al Málaga, que hizo un partidazo, le tocó la de arena. Pero seguro que, con esta forma de trabajar, pronto recibirá la de cal.
El problema no es ese. Ni siquiera que pueda existir una persecución contra los clubes pequeños, como dicen algunos, o que se cometan errores a propósito a favor de los poderosos. No, el problema es simplemente que los árbitros no tienen el nivel que deben tener. Y que, además, no se hace nada para mejorarlo o, al menos, para enmendar sus errores.
Los mejores futbolistas del mundo no pueden ser arbitrados por mediocres. A los colegiados no les puede superar la presión, al igual que no les supera a los futbolistas a los que arbitran. Se les paga para hacer bien su trabajo, y no se puede dar por aceptado que haya errores en casi todos los partidos, de mayor o menor influencia en el marcador final. Simplemente, no es de recibo. ¿Cuántas profesiones existen en las que, antes de empezar la labor diaria, se acepte de forma generalizada el hecho de que se pueda hacer mal? ¿Acaso alguno en nuestro puesto de trabajo tenemos la opción de equivocarnos todos los días y seguir manteniendo nuestro empleo? ¿No se deshacen los clubes de aquellos jugadores que no dan el nivel esperado? Entonces, ¿por qué los que les vigilan en el campo sí pueden ser unos completos incompetentes?
Decía esta semana López Nieto, ex árbitro internacional, que el problema real es la falta de calidad de los trencillas, “en consecuencia de la mala planificación del estamento arbitral de la UEFA”. Eso es lo que, en pleno año 2013, es inconcebible.
Deportes de gran seguimiento, como lo son el baloncesto o el fútbol americano cuentan con árbitros de excelente nivel. Y, por si fallan (que en estos casos –a diferencia del fútbol- no se da por hecho que deban hacerlo) cuentan con tecnología para arreglarlo. Pero en el fútbol no. En el fútbol, en lugar de poner un láser para ver si el balón ha entrado o permitir repeticiones para las jugadas dudosas, la UEFA prefiere poner a dos jueces de área que no sirven absolutamente para nada. Y así, se siguen sucediendo los errores, y aumenta el número de “injusticias” deportivas. Pero a nadie parece importarle. Desde luego, al menos no a Platini. Por algo será.