“La verdad es que no estoy contento con ellos… pero es que si les quito el voto, a ver si va a ganar el coletas”. Ésta es la reflexión de un directivo de una empresa española hace un par de días, tras una larga reunión de trabajo en Madrid. Se trata de un asiduo votante del PP al que conozco hace tiempo y que valoraba en voz alta la posibilidad de dar su voto a Albert Rivera en vez de a Mariano Rajoy. “Si es que me gustan, pero ¿para qué?”, preguntaba irónicamente. Su acompañante, el tercero de nuestra reunión a tres bandas, le daba la réplica: “a ver si te crees que a mí me hace gracia votar a Pedrito, que no lo quieren ni los de dentro, pero como el catalán está tan lejos, no se puede hacer otra cosa”. A éste segundo no le conocía, pero era obvio que se trataba de un votante tradicional del PSOE. Y curiosamente compartía el mismo dilema que su amigo del PP: ¿qué pasaría si por “quitarles el voto” a los dos partidos tradicionalmente mayoritarios, estuviésemos impulsando sin quererlo al tercero en discordia hacia La Moncloa? Ante la duda, mejor malo conocido. Y si puede ganar por mayoría absoluta, mejor.
Ésta es una de las mayores dificultades “escondidas” a las que se enfrenta Albert Rivera en las dos próximas elecciones: la teoría del voto útil. Esa sensación de recelo que tienen algunos ciudadanos y que les lleva a pensar que votando al partido de Rivera no van a conseguir que gane las elecciones, porque está demasiado lejos en las encuestas… pero en cambio sí pueden beneficiar indirectamente a otros, especialmente a Podemos. Y eso sí que no.
Hagan la prueba entre sus amigos simpatizantes de PP y PSOE. Yo la he hecho. Y verán que este peculiar fenómeno se repite muy a menudo. Albert gusta. A ambos lados. Todos le ven como un buen candidato y una persona más que apta para liderar el país. A todos les gusta su programa. Que hable inglés. Hasta que sea catalán y españolista a la vez. Todos “le votarían”. Pero muchos, simplemente, no lo harán. Y el motivo es el miedo a dejar paso a Pablo Iglesias. “Divide y vencerás, eso está pasando con Rivera y con Rosa Díez también”, decía un buen amigo mío hace pocas semanas. “Es como cuando un delantero arrastra al defensa… que el que entra por el medio se queda solo ante la portería”, sentenciaba el más futbolero de la tertulia. Y todos le daban la razón. Hasta los propios de Podemos, que decían alegremente “vosotros pelearos que ya veréis luego la sorpresa”.
Ciudadanos tiene la imperiosa necesidad de dar un acelerón en estos meses previos a las llamadas electorales. Si consigue posicionarse como cuarta fuerza política, o al menos acercarse lo máximo posible a Podemos (que sigue siendo tercera por mucho que la SER se empeñe en lo contrario) estaremos hablando de un partido realmente candidato a todo. Pero si se mantiene en las dimensiones actuales, tendremos ante nosotros a un nuevo UPyD, que después de mucho ruido ni pincha, ni corta, ni todo lo contrario. Y entonces volveremos a lo mismo de siempre: PP, PSOE y un tercero. Que sí, que antes era IU y ahora se llamará Podemos. Pero al final… la vida sigue igual.
@rodriguezcaveda
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