Es ley de vida que, a partir de cierta edad, uno deje de creer en los Reyes Magos. No necesariamente en la historia que narra el Evangelio de San Mateo, sino en el hecho de que lo que se reclama en una carta pueda hacerse mágicamente realidad. La verdad, es una pena. Porque, si todavía estuviese en edad para creer, tengo muy claro lo que pediría para este 2009.
Para los dirigentes políticos: sabiduría, honradez, paciencia y solidaridad. Para aquellos que llevan tiempo en el poder reclamaría templanza y honestidad en la relación con sus pueblos. Para los que empiezan una nueva etapa, coherencia y afán de cumplir las promesas hechas para acceder al cargo. Y a los que llegaron a su posición sin un proceso democrático, les pediría que se echasen a un lado y permitieran evolucionar a sus compatriotas hacia una sociedad libre.
A aquellos que siguen en guerra les encargaría varios cofres de amor y compasión. A las víctimas de los conflictos, coraje para seguir adelante. A los que luchan obligados, valor suficiente para atreverse a decir “no”.
Para las familias que pasan hambre en el Tercer Mundo pediría utensilios que les ayuden a cultivar su propio alimento. A los países “avanzados” les exigiría que dejasen de mandar limosnas y, en su lugar, ayudasen al desarrollo de aquellas naciones que no pueden dar ese paso por sí mismas.
A los líderes religiosos les solicitaría practicar la doctrina del amor y el respeto hacia el resto de creencias. A los empresarios les demandaría condiciones adecuadas para sus empleados y el fin de la explotación infantil. A los trabajadores y sindicatos, coherencia en sus peticiones y voluntad de llegar a acuerdos que faciliten las relaciones laborales.
A los medios de comunicación les exigiría imparcialidad y compromiso con la verdad. A los que crean opinión: sensatez y cordura. Y a los que lo ven todo negro, unas gafas de colores para alegrarles la vida.
Qué pena que muchos de nosotros ya no tengamos edad para escribir esta carta. Ahora, para soñar… Eso, nadie nos lo puede quitar.