Después de lustros de debates, de años de prohibiciones y de millones de discusiones sobre la primacía o no de la ética frente al avance de la ciencia, Barack Obama ha dado un paso adelante en la investigación científica y en la lucha contra las enfermedades. Con valentía, y a pesar de la oposición de muchos grupos católicos, Estados Unidos empezará a destinar fondos federales a los estudios realizados con células madre procedentes de embriones humanos. El objetivo: encontrar tratamiento para muchos padecimientos que no tienen cura en la actualidad.
Su antecesor en el cargo, George W. Bush, había limitado la investigación con estas células en 2001. El nuevo inquilino de la Casa Blanca, sin embargo, pretende que su país sea líder mundial en su estudio, comprensión y utilización para poder acabar con las más devastadores patologías y enfermedades que azotan el mundo en que vivimos.
Las voces más alarmistas, cómo no, se han hecho escuchar. Haciendo gala de una facilidad pasmosa para asociar conceptos totalmente distantes, hay quienes ya aseguran que se está abriendo la puerta a la clonación humana. Nada más lejos de la intención de un Obama que considera dicha posibilidad como “peligrosa, profundamente errónea y que no tiene lugar en nuestra sociedad”.
Según los investigadores, trabajar con estas células puede llevarles a conseguir grandes avances en la lucha contra el Parkinson y la diabetes, entre otros males. También quieren –con el tiempo- aprender a utilizarlas para favorecer la regeneración celular, algo que podría permitir que las personas parapléjicas y tetrapléjicas volvieran a utilizar sus extremidades. Y es que las células madre embrionarias tienen la propiedad de dividirse sin límite, lo que permite reprogramarlas para hacer que se conviertan en cualquier tipo de célula del cuerpo.
De todos modos, ante la expectación y dudas levantadas, Obama ha asegurado que su gobierno impondrá guías preestablecidas para dichos estudios, y aclaró que no afectarán a las leyes que previenen el empleo de dinero público para destruir embriones humanos. Ahora queda esperar unos cuatro meses para conocer dichas guías, y así empezar a avanzar contra la enfermedad. Llevamos ocho años de retraso.