Falta apenas una semana para que arranque la nueva temporada de Fórmula 1. A estas alturas empiezan a dispararse las ansias de emociones fuertes, de gasolina, de banderas a cuadros, de adelantamientos inverosímiles y –cómo no- de triunfos de Fernando Alonso. Más aún después de que en su último entrenamiento el asturiano haya cerrado la pretemporada de forma inmejorable: siendo el líder de la jornada y marcando su mejor crono en la fase previa al campeonato.
Fernando puso fin al dominio de los Brawn GP, que hasta el momento han sido la gran sorpresa de la parrilla. Barrichello y Button tienen –o eso parece- muchas posibilidades de dar guerra en este nuevo mundial. Pero, si las cosas se desarrollan como en Jerez, será con el permiso de Alonso. Lewis Hamilton, vigente campeón, no pudo pasar del cuarto puesto y sigue levantando dudas sobre sus opciones. Bajón o puro despiste, lo sabremos en unos días. Yo, de momento, no me fío.
El de Oviedo, por su parte, ha asegurado que en su escudería llegan “bien preparados a la nueva temporada”, aunque también ha pronunciado sus habituales frases conservadoras. Fernando no quiere que ocurra como el pasado año, cuando los aficionados se resistían a aceptar sus mensajes de prudencia, esperando unas victorias que finalmente tardaron mucho en llegar. Es preferible dar a sus seguidores una agradable sorpresa que una decepción innecesaria, especialmente al principio de la contienda.
En cualquier caso, lo cierto es que lo acaecido estos días sobre el asfalto jerezano invita al optimismo. Especialmente al ver que equipos favoritos como Ferrari y McLaren dan la impresión de no ser tan superiores como lo eran hace unos meses. Y más aún cuando se ha podido escuchar a Fernando decir frases como “me veo con opciones razonables al título”, algo impensable a estas alturas hace tan sólo un año. En pocos días en Australia todos enseñarán de verdad sus cartas. Éste será el primer test fiable para ver cómo están el R29 y sus competidores. Que comience el gran circo.