A estas alturas llueve sobre mojado. Un nuevo vídeo protagonizado por la persecución de un oso por un turismo, esta vez en la carretera que va de San Pedro de los Burros a Villanueva de Grado plantea inquietantes dudas sobre la animalidad de sus protagonistas. Es curioso que las nuevas tecnologías, lejos de promocionar la parte más racional de nuestro cerebro, la ofuscan y anulan haciendo aflorar nuestra irracionalidad más arcaica.

Hemos visto varios vídeos de persecuciones sin sentido a los osos tras un encuentro fortuito en la carretera. Hemos oído las protestas de colectivos conservacionistas, ecologistas, animalistas y ciudadanos por estos hechos. Probablemente estos argumentos no llegan a los bares donde los potenciales perseguidores prodiguen su tiempo de ocio, así que hay que conseguir que a esos foros lleguen otras señales.

No es ya que sea una infracción muy grave de la Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, que puede ser sancionada con hasta 200.000 €; tampoco que si la persecución causa una lesión a una especie amenazada puede ser tipificada como delito penal, esto es, ir a la cárcel. El problema ambiental, con ser grave, no es más que una cara de la moneda. La otra es el problema de seguridad que estas conductas provocan. Una constante en los vídeos es el conducir por una carretera de montaña, estrecha y sinuosa, concentrados en lo que no se debe, conduciendo a una velocidad inadecuada, con frecuencia por la izquierda, de noche y a veces con lluvia. Es una actitud intolerable que si no se evita por medios didácticos habrá que intentarlo por medios represivos. A ver si así se enteran.