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Carlos Ignacio Nores Quesada

Alguien tiene que decirlo

¿Por qué tenemos problemas con el jabalí?

Vive rápido, muere joven y tendrás un bonito cadáver. Esta frase sintetizaba la vida de los integrantes del Club de los 27, las estrellas del rock que no sobrepasaban esa edad, pero sirve también para describir el ciclo de vida del jabalí: vive rápido, muere pronto y tendrás muchos cerditos. El jabalí ha sido descrito como un ungulado capaz de reproducirse como un roedor. Demográficamente es algo así como un ratón que puede llegar a pesar cien kilos, que come casi de todo y se adapta a casi cualquier situación. Su capacidad reproductora es tal que su población potencialmente podría crecer cada año un 30%, es decir: en dos años y medio podría duplicar su población, pero afortunadamente no lo hace. La caza, las enfermedades, la predación y la competencia han moderado su crecimiento en Asturias hasta un 7% anual, es decir necesitaría 10 años para conseguir lo mismo, pero año a año han ido aumentando su población y se han ido expandiendo hasta reaparecer en lugares en los que la memoria colectiva ya los había olvidado.

No es que las montañas sean su hábitat óptimo, las montañas simplemente han sido su refugio cuando el hambre (la fame que los asturianos pasaron en épocas pretéritas), la extensión de los cultivos y prados a costa de los bosques, el veneno y una dura forma de vida hoy desaparecida los había diezmado. Desde allí ha reconquistado el llano cuando las condiciones le fueron favorables. Ya no se sale a cazar para comer carne, nadie recoge las castañas del suelo para engordar en otoño lo que se adelgazaba durante el resto del año, ya no hay niños cuidando en el monte el ganado menor que mantenía a raya el matorral. Y el jabalí se ha aprovechado de ello. No es que haya abandonado el campo para instalarse en la ciudad, es que los jabalíes prácticamente han saturado el campo, a pesar de que allí se les caza, y los excedentes encontraron un lugar ideal cerca de las grandes ciudades del centro: Oviedo-Siero, Gijón y comarca avilesina, donde por razones de seguridad no se pueden cazar. Allí tienen un clima suave, tranquilidad y alimento, lo que les permite prosperar mejor que en las zonas rurales o más agrestes y allí, en pocas generaciones, han olvidado que el hombre era su enemigo ancestral.

Hacia 1980 el jabalí todavía era en estos municipios una rareza o no existía en absoluto, mientras que hoy en día en los cotos que circundan Oviedo y Gijón se pueden encontrar las mayores densidades de jabalí de Asturias. Pero cómo se ha producido esto, y los cazadores ¿Qué hacen? Pues los cazan por miles: 12.000 en 2017, matan aproximadamente un jabalí de cada cuatro o cinco, pero no dan abasto; tal vez si pudiesen cazar el doble podrían contener el crecimiento de la población, pero cada vez hay menos cazadores en nuestra región, igual que en toda España y en toda Europa, de manera que la regulación de la población de jabalíes mediante la caza es cada vez menos factible. El problema de la renovación cinegética es de tal magnitud que se ha llegado a reconocer que actualmente hay en Asturias cinco veces más jabalíes que cazadores.

Los jabalíes generan tres tipos de problemas sociales: Los daños en las fincas, los accidentes de carretera y los ejemplares habituados al hombre que se internan en las ciudades. Mientras el primero es esencialmente económico (aunque no solo), los otros dos afectan a la seguridad de las personas. Por otra parte, daños y tráfico son problemas generalizados en todo el territorio, y como tales difíciles de resolver porque la caza no ha resultado útil como medio de contención, mientras que los jabalíes urbanos, al ser un problema más localizado puede ser abordado con medidas extraordinarias.

Hasta 2016 las incidencias provocadas por jabalíes urbanos habían aumentado exponencialmente, y alcanzaron su máximo en Gijón en 2015, mientras que en Oviedo y la comarca de Avilés fue en 2016. La entrada en vigor de planes específicos contra los jabalíes que se acercan a las ciudades consiguió, no solo que los casos no siguiesen aumentando, sino que se redujesen a la mitad, lo que, si bien no solucionó el problema, puede considerarse un éxito parcial del que no todas las ciudades europeas que lo han abordado pueden presumir.

Lógicamente que un jabalí sea abatido por la policía municipal en el centro de Gijón, cerca de la Puerta de la Villa, genera inquietud. El suceso no era nuevo en la ciudad puesto que en 2009 la policía nacional tuvo que matar a otro aterrorizado animal, en medio de un botellón, junto a la antigua discoteca Oasis y tan poco fue el último, ya que volvió a suceder en el parque fluvial de Viesques hace meses. Y no solo ha sido Gijón la única ciudad asturiana que ha tenido que sufrir los disparos improvisados. A 100 o 200 m de mi casa, en la Ronda Sur de Oviedo, hubo el mismo desenlace, así como en el barrio de La Magdalena de Avilés. Es evidente que las armas reglamentarias de las policías locales no son las más adecuadas para matar un jabalí y menos aún en el casco urbano, pero cuando hay que tomar una decisión sobre la marcha por el riesgo de que cause problemas más graves, como ataques a personas o acceso a una autopista, se convierte en una obligación moral cuya decisión hay que tomar en pocos minutos y no dejarla reposar hasta el día siguiente. Tal vez ayudaría que estos cuerpos municipales dispusiesen de un protocolo de actuación para abordar estas situaciones y que contasen con el equipamiento adecuado para afrontarlas, porque nadie puede garantizar que no se repitan en el futuro.

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Sobre el autor

Profesor de la Universidad de Oviedo; zoólogo y por tanto observador de la vida en sus múltiples variantes


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