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Carlos Ignacio Nores Quesada

Alguien tiene que decirlo

Los osos y la Asturias vaciada

La principal ventaja de tener osos es que permiten fijar población joven en un medio rural que cada vez ofrece menos oportunidades para vivir de lo que produce la última frontera del interior

Este verano menudearon las noticias alarmantes sobre los osos que, como siempre, quedaron en agua de borrajas. O casi. El asunto del oso ‘Llocu’, en Caso, fue tan intenso como breve; ataques al ganado en Cangas del Narcea y osos paseándose por pueblos de Cangas, Ibias y Villablino.

Las interacciones con los seres humanos y sus intereses son un efecto del aumento de su población ¿Esto es bueno o malo? Será bueno si sabemos aprovechar esta circunstancia y será malo si somos incapaces de hacerlo. Como sucede con cualquier especie potencialmente problemática, su retorno a zonas donde había desaparecido es más traumático que su presencia continuada, solo por el carácter perturbador del temor a lo desconocido. El auge del turismo rural, entre los años 80 y 90, ha logrado trasmutar al oso de una alimaña en un motor económico de las zonas deprimidas que encadenaban años de caída libre en su renta per cápita. Pero como todo factor económico tiene su cara y su cruz, no se pueden aprovechar sus ventajas sin obviar sus inconvenientes. Como todo el mundo sabe, no se puede hacer una tortilla sin cascar los huevos.

Evidentemente, los osos producen daños, pero debemos distinguir los reales de los ficticios y evitar titulares llamativos que ni responden a la realidad ni ayudan a los aparentes desamparados. No solo los ganaderos sufren estos problemas, también los apicultores, velutinas aparte, pero un comedor de abejas y miel no tiene el gancho de un desenfrenado asesino de vacas. No hay que negar los problemas, sino resolverlos y eso solo se puede hacer con un baño de realidad.

Algunos ganaderos casinos pidieron protección a la Guardia Civil ante la amenaza de un oso, aquejado por un comportamiento sanguinario que ellos mismo consideraban inhabitual. Comprendo el desasosiego, incluso el miedo que los paisanos que viven de ir al monte puedan sentir de un animal que ciertamente no es un peluche, pero si realmente el oso hubiese enloquecido habrían continuado sus desmanes y las luctuosas noticias se habrían mantenido. Afortunadamente, tras aquella primera impresión, desaparecieron, lo que demuestra que el nombre de ‘Llocu’ no estaba justificado y que las opiniones de los expertos rebajando la alarma eran razonables.

Hay muchas razones para proteger al oso. Los convencidos hablamos del valor de una especie en peligro de extinción por sus funciones ecosistémicas, del respeto a la naturaleza, de la necesidad ética de mantener algo solo porque existe o de su valor científico, por el interés de aumentar nuestro conocimiento sobre lo que nos rodea. Pero ¿cómo podemos convencer a los escépticos? Para ellos recordaremos sus valores de uso, como el dinero que la gente paga por verlos o por disfrutar unas vacaciones en un sitio en el que la presencia del oso es garantía de unos valores naturales que queremos compartir y de un ambiente sano. Imagínenselo: si todas las empresas que utilizan la imagen publicitaria del oso pagasen una tasa por hacerlo, habría dinero de sobra para invertirlo en la conservación osera, pero es una imagen de marca totalmente gratuita. Algunos argumentan que el beneficio de los hosteleros lo pagan los ganaderos, pero eso también es una verdad a medias. Un amigo salmantino se preguntaba por qué la ternera asturiana era más cara que la de su tierra. ¿Es posible que si no tuviéramos osos los consumidores pagarían menos por el kilo de ternera asturiana? También se escucha que el dinero destinado a una especie en riesgo de extinción olvida al paisano que también está extinguiéndose. ¿Alguien piensa que los fondos que vienen del Estado o de la Unión Europea se los guardan los osos en el bolsillo? La gran mayoría de estas ayudas económicas ambientales son destinadas a crear empleo local en zonas oseras mediante restauraciones del hábitat, desbroces, equipamiento, guardería, museos, rehabilitación del patrimonio cultural o ensayos de nuevas experiencias en estas áreas.

El interés que despierta la rareza de una especie, así como el valor que se le atribuye socialmente, disminuye a medida que su población aumenta y, por tanto, es posible que el aprecio al oso sea ahora menor que cuando eran más escasos.

Era esperable que al crecer la población aumentasen inevitablemente los conflictos, pero la principal ventaja de tener osos es que permiten fijar población joven en un medio rural que cada vez ofrece menos oportunidades para vivir de lo que produce la última frontera del interior. Tenemos que activar nuestros puntos fuertes y el oso es uno de ellos, un reclamo y un atractivo del que carecen otras comunidades autónomas.

¿Cuánto se beneficia Asturias de la imagen generada por el oso como protagonista de libros, folletos y documentales que difunden una imagen favorable del Principado por todo el mundo? Uno
de nuestros grandes defectos, limitador de nuestro bienestar y de nuestro desarrollo, es mirar alrededor con luces cortas, contemplando solo nuestro interés directo e inmediato, dando más valor al sentimiento que a la reflexión.

Nuestra naturaleza ha evitado la caída turística este último verano. Al margen de la costa, destacó la ocupación hotelera en Cangas del Narcea y Somiedo, concejos oseros por excelencia. A mediados del siglo XX habríamos dicho que los osos eran una de las causas del incipiente vaciado del campo, hoy son una de las causas que ayudan a evitarlo.

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Sobre el autor

Profesor de la Universidad de Oviedo; zoólogo y por tanto observador de la vida en sus múltiples variantes


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