Experiencias como esta de los Países Bajos que llevo al título, y algunas otras similares, nos demuestran que como explicación única de los problemas del mundo no hacen más que adelantar el desastre
Bajo la presunción de que la naturaleza es sabia se inició un experimento para que ella misma tomase el control y se formase un ecosistema autorregulado en un pólder de 56 kilómetros cuadrados creado en 1968, es decir: un terreno rodeado de diques que se encuentra por debajo del nivel del mar. Como los porreos de Villaviciosa pero cinco veces mayor. El sueño era crear una reserva de aves acuáticas autorregulable por sí misma en una zona densamente poblada, a pocos kilómetros de Ámsterdam. Se llamó Oostvaardersplassen. Al principio los gansos fueron capaces de limitar el progreso de las junqueras, pero la vegetación leñosa aumentó y amenazaba extenderse por toda la superficie. Partiendo del principio de que el hombre estropea todo lo que toca, en vez de actuar directamente sobre los sauces, se optó por una solución más natural: dejar la labor equilibradora a un conjunto de herbívoros similares a los que presumiblemente había en la zona antes de que el hombre alterase los ecosistemas primigenios de humedales y dunas costeras.
Frans Vera, biólogo y funcionario del Ministerio de Agricultura, Gestión de la Naturaleza y Pesca, fue el promotor de la gestión ‘natural’. Sugirió introducir varias especies de grandes herbívoros en la zona para diversificar el pastoreo y mantener a raya la vegetación leñosa basándose en la idea de que al final del Pleistoceno Europa no estaba llena de bosques, sino que era algo parecido a la sabana africana o a las dehesas ibéricas gracias a la acción desbrozadora de los grandes ungulados.
A mediados de los 80 se introdujeron en Oostvaardersplassen 32 uros de Heck y 18 tarpanes konik, reconstrucciones artificiales que parecían uros y tarpanes de verdad. Años más tarde se sumaron 40 ciervos y 50 zorros, con la ilusión de que la interactuación entre los herbívoros y su alimento alcanzarían un equilibrio sostenible indefinidamente. Los grandes ungulados actuarían como ‘ingenieros del paisaje’ sin la intervención humana, serían las especies clave para mantener la biodiversidad de la naturaleza. Rewilding en estado puro antes de que el concepto naciese en Estados Unidos. Pero en la naturaleza suceden todo tipo de cosas imprevisibles, o previsibles, pero no previstas.
En 2016 los ungulados sumaban 5.300 individuos, de manera que la conjunción de los inviernos duros con el sobrepastoreo de tantos herbívoros comenzó a regular las poblaciones por el drástico método la muerte por inanición. La reacción de los defensores de los derechos de los animales llegó cuando las muertes aumentaron. En febrero de 2018 se alcanzó el punto culminante en la reserva: 1.062 animales habían muerto de hambre y de frío y otros 993 fueron sacrificados por motivos humanitarios. Los guardas que ejecutaron las órdenes recibieron amenazas y alguno se negó a ejecutarlas. Al mes siguiente el gobierno holandés decidió saltarse la norma de no interferencia y proporcionar alimentos y en el siguiente invierno estableció un número límite de 1.260 herbívoros, sacrificando algunos, reubicando otros en diferentes países (29 llegaron en 2019 al parque burgalés Paleolítico Vivo). El resultado ha sido un triunfo de los defensores del bienestar animal sobre los defensores del ‘rewilding’, que consideraron que la intervención humana era un gigantesco paso atrás y un alejamiento de la reconstrucción de los ambientes del pasado y de los procesos que los sustentaban. Vera, ya jubilado, se ha negado a reconocer que el experimento fracasó y se acoge a cualquier tipo de explicación alternativa, aunque sea difícilmente demostrable.
No tan sangrante, pero casi tan polémico, resultó ser el plan piloto desarrollado en Dinamarca, en el Parque Nacional Mols Bjerge, con ponis de Exmoor, un caballo similar al asturcón. Consistía en dejar a los caballos en recintos limitados para que se las arreglasen por sí mismos. El objetivo también era que controlasen el progreso de la vegetación leñosa y aumentaran la biodiversidad de la zona. Cuando en invierno alcanzaron una desnutrición severa, incapaces de sobrevivir por sí mismos, los activistas por el bienestar animal denunciaron al parque y el proyecto estrella de ‘rewilding’ danés se apagó.
Con frecuencia se pretende hacer pasar por una corriente científica lo que es un movimiento social solo porque es apoyado por algunos científicos obsesionados con que el ser humano es el causante de todos los males de la naturaleza (lo cual es hasta cierto punto innegable), así que está de sobra en este mundo (lo cual es cuestionable). Una especie de pretensión romántica con base científica, como lo fue en su momento la pureza de la raza aria. El romanticismo sustituyó al Siglo de las Luces y fue nefasto para los que no supieron distinguir lo real de lo imaginario. Goethe conjuró un mal de amores suicidándose metafóricamente a través del joven Werther. Algunos lo entendieron mal y se suicidaron de verdad. No vivieron para ver hasta qué punto se habían equivocado.
Una de las grandes enseñanzas de estos fracasos es que ciencia y militancia casan mal. El científico debe estar dispuesto a cambiar sus ideas si no coinciden con los hechos. Los militantes están prestos a cambiar los hechos si no coinciden con sus ideas. Tendemos a mezclar todo, ecologismo, cientifismo, animalismo, anticapitalismo y pensar que el progreso es llevar toda idea progresista más lejos, mirando solo hacia adelante, sin mirar a nuestro alrededor. Las experiencias de Oostvaardersplassen y Mols Bjerge nos demuestra que cualquiera de estas opciones como explicación única de los problemas del mundo no hacen más que adelantar el desastre.