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Carlos Ignacio Nores Quesada

Alguien tiene que decirlo

¿Por qué suprimir lo que bien funciona?

Hace días visitaba la excelente colección de arte del instituto Bernaldo de Quirós de Mieres y no sé qué me llamó más la atención, si la calidad y abundancia de las obras expuestas o que la lograse con un presupuesto casi nulo. ¿El secreto? La constancia y, nunca mejor dicho, el amor al arte

No es la constancia nuestra virtud más destacada, así que es un doble milagro que la iniciativa de su directora en los primeros 70, Carmen Díaz Castañón, fuese prolongada por sus sucesores hasta la actualidad, incrementando el museo con obras de los más destacados artistas del siglo XX en el panorama asturiano y nacional. Es realmente sorprendente que una iniciativa, si no privada, sí personal y colectiva, se mantuviese e hiciese crecer la colección para llegar a ser una de las pinacotecas más importantes (y desconocidas) de Asturias. Estamos tan acostumbrados a que los sucesores de los más altos cargos quieran marcar las diferencias con sus predecesores que nos parece casi normal que las iniciativas, brillantes o no, partan continuamente de cero. Este caso demuestra que con más ilusión e imaginación que medios se pueda crear una institución tan lúcida tras medio siglo de esfuerzo continuo.

Menos años que esta pinacoteca, y más recursos, tiene la Fundación Princesa de Asturias, cuyo artículo segundo de sus estatutos (Objetos y fines) establece que “la Fundación apoyará la búsqueda del bienestar social y cultural de los asturianos”, por delante de la concesión de los premios.

No me interesan tanto las giras internacionales del coro por 14 países, ni su participación en grandes eventos sociales, ni su discografía. Me interesan más sus esperadas actuaciones domésticas anuales, como El Mesías o los conciertos la víspera de los premios o sus más de 400 conciertos en 29 localidades del Principado. ¿Han visto a gente de toda edad hacer cola durante horas para conseguir dos entradas de un ensayo general como si fuera para un concierto de los Stones? Eso satisface “la búsqueda del bienestar social y cultural de los asturianos”, según rezan sus estatutos. No tienen la repercusión mediática de los premios, pero expresan el alma de la idea fundacional y no es práctico esperar que un cuerpo funcione sin alma. El cine llama zombis a los cuerpos sin alma. Viví algunas de las actuaciones del coro juvenil por diferentes puntos de Asturias y vi cómo la gente se sentía partícipe, a través de estas actuaciones, de la actividad de su Fundación. Muchos de los que allí acudían se desplazaban a Oviedo a disfrutar la calle el día de la entrega de los premios, pero en aquel momento eran los premios los que se desplazaban hasta ellos y les hacía recordar que no estaban olvidados, que no todo era relumbrón. Por esta labor, que combinaba la proyección local, estatal e internacional, el Parlamento Europeo distinguió al Coro en 2007 con un reconocimiento extraordinario “por su destacado servicio en pro de la Unión Europea”. Era un tiempo de esplendor.

Como en todas las instituciones, la pandemia supuso un parón, y como sucedió en algunas, se aprovechó para aligerar peso y prescindir de lo que menos parecía interesar. A pesar de que el coste de las actividades musicales resulta insignificante, ya que solo representaba el 7% del presupuesto gastado, frente al 89% de los premios, fue la música la primera en sentir la guadaña. La Escuela Internacional de Música nunca volvió a convocarse; tampoco los coros infantil y juvenil volvieron a cantar, para desaparecer oficialmente este año por decisión unánime del patronato. Supongo la tristeza que produjo en sus directores Natalia Ruisánchez y José Ángel Émbil, así como la consternación de los componentes del coro sénior, al presentir que estaban segando la hierba bajo sus pies. Se percataron entonces de que hacía años que, poco a poco, habían ido dejando de ser la joya de la corona. Heridos, sintieron menospreciado su esfuerzo que, aunque voluntario, como el de los coros desaparecidos, también representaba un trabajo no remunerado.

Lejos quedan aquellos tiempos, cuando en 2008 se premió el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela por haber combinado “la máxima calidad artística y una profunda convicción ética aplicada a la mejora de la realidad social”. También se olvidó que el Consejo Internacional de la Música, dependiente de Naciones Unidas, consideró al coro un “Ejemplo Mundial” en la promoción de la enseñanza musical y el reconocimiento del Parlamento Europeo.

¿Puede alguien imaginarse qué sucedería si el Sporting clausurase sus equipos infantiles y juveniles? El Vetusta nunca podrá estar por delante del Real Oviedo, pero sería suicida que el primer equipo prescindiese de sus filiales. Sin embargo, esto parece estar sucediendo con los coros de la Fundación Princesa de Asturias, y lo que es peor aún, por voluntad unánime de su patronato, que vota lo contrario de lo que predica. No parece lógico suponer que haya sido por causas económicas, pero que tal unanimidad contradiga el espíritu de la propia Fundación requiere una explicación convincente. Cualquier aparente sinrazón necesita ser explicada, en caso contrario estamos autorizados a pensar que la razón es inconfesable. A mí me recuerda lo que le pasó a un amigo que dirigía otra fundación oficial: le fueron mermando el presupuesto hasta justificar su expulsión por inoperante cuando se llegó al punto de no poder mantener la actividad que hasta entonces había tenido la institución.

¿Conseguirán sus actuales dirigentes lo que hasta ahora no consiguieron los grupos políticos antimonárquicos?

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Sobre el autor

Profesor de la Universidad de Oviedo; zoólogo y por tanto observador de la vida en sus múltiples variantes


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