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Carlos Ignacio Nores Quesada

Alguien tiene que decirlo

Las ositas de Proaza

Nació con su hermana gemela en los montes de Gedrez, a principios de 1989. Unos cazadores mataron a su madre y las capturaron. En una caja, fueron la secreta expectación del pueblo algún tiempo. Sin saber cómo desembarazarse de ellas, su futuro previsible pasaba por ser las protagonistas de una cena inusual, pero alguien convenció a sus captores de que era mejor entregarlas a las autoridades. El intermediario puso en marcha sus contactos y en una operación secreta se entregaron al FAPAS y a la Guardia Civil de incógnito en un lugar solitario de Tineo. Pero una ilegalidad es ilegal, así que continuaron las investigaciones, que condujeron a unos registros en los que apareció de todo: pieles de oso, urogallos disecados y hasta dinamita. También la piel de la madre, puesta a secar, estirada, tras un armario. En total, dos detenidos.

Creyendo que eran ositos se les llamó Paco y Tolo: Paco por Paquita, la mujer del presidente del FAPAS, y Tolo por el intermediario. Por cierto, alguien consideró que el intermediario era un chivato y por error le dieron una paliza a su hermano en una discoteca canguesa. Cuando se deshicieron los malentendidos el hermano curó sus magulladuras y el nombre de las ositas cambió de género.https://imasdk.googleapis.com/js/core/bridge3.699.0_es.html?gdpr=1#fid=goog_430053062PUBLICIDAD 

Vivieron su infancia en Póo de Llanes, con su familia de acogida, pero cuando llegaron a la pubertad aquello les quedó pequeño y sin dar cuenta a las autoridades competentes las enviaron a un internado en Vic, donde una ONG tenía una reserva. Cuando un coronel de artillería publicó un artículo contando que las osas habían salido ilegalmente de Asturias sin el conocimiento de la administración competente estalló el escándalo: Osas sin papeles localizadas en Cataluña.

Como aquí no había una institución adecuada para adolescentes se las envió al centro tutelado de El Hosquillo, en Cuenca, donde Rodríguez de la Fuente filmó parte de El Hombre y la Tierra, del que una se escapó (creo que Tola). Cinco años más tarde volvieron a Asturias. Trabajaron el resto de su vida para la administración autonómica en temas de educación ambiental y de relaciones públicas. No fueron pioneras en este trabajo, los hermanos ‘Petra’ y ‘Perico’ hicieron lo propio para el Ayuntamiento de Oviedo treinta y tantos años antes, pero en unas condiciones laborales mucho peores. Contribuyeron a visualizar el problema que los osos sufrían fuera de las vallas que las protegían y fueron muy queridas por todos los que las visitaron.

Al cambiar el siglo, un alto cargo de la Fundación Oso de Asturias recibió a un reivindicativo colectivo que reclamaba que disfrutaran satisfactoriamente de su sexualidad y exigieron su derecho a que tuvieran relaciones con un macho. Con todo, esta no fue la auténtica razón por la que llegó ‘Furaco’, cuando las osas habían alcanzado la provecta edad de 19 años. Se trataba de ver si eran capaces de criar, para mantener una posible estirpe de osos cantábricos con pedigrí en cautividad. La iniciativa llegó tarde. Se les había pasado el arroz. ‘Furaco’ y ‘Tola’ disfrutaron del amor, que ‘Paca’ rechazó obstinadamente. ‘Molinera’ hizo de carabina, ‘Furaco’ volvió a Cantabria sin descendencia y Tola murió con 29 años, edad nunca conocida en un oso salvaje. Paca acaba de morir a los 36. Tal vez sea la bisabuela de los osos cantábricos, pero en Asturias ambas hermanas siempre serán las ositas de Proaza.

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Sobre el autor

Profesor de la Universidad de Oviedo; zoólogo y por tanto observador de la vida en sus múltiples variantes


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