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Carlos Ignacio Nores Quesada

Alguien tiene que decirlo

El deseo de hacer daño

Estos días no hay otro tema, ni puede haberlo.

Las Ramblas son una metáfora del Mundo, buen escenario para un atentado propagandístico, la garantía de que en todos los países con compatriotas victimados tendrá la repercusión adecuada. Las víctimas pertenecían a 35 países de todos los continentes. ¿Por qué nos afecta tanto la proximidad? Por solidaridad vecinal, porque nos recuerda que lo mismo que ellos podíamos haber sido nosotros. Pudo haber sido en las fiestas de San Mateo o en Las Piraguas. No es una amenaza exclusiva de las grandes ciudades; hace apenas 10 meses fue detenido un reclutador de muyaidines en Gijón. ¿Quién conoce Saint-Etienne-du-Rouvray? una villa normanda que no alcanza los 30.000 habitantes, con todo, su párroco fue degollado hace un año por dos sujetos que se creían soldados de un califato que no llegó a existir. No hay lugar seguro en el mundo porque basta una furgoneta o un cuchillo de cocina para producir el caos.

Por desgracia, en España sabemos lo que es el terrorismo. Aunque pueda pensarse que Asturias ha estado lejos del escenario terrorista, no es así: hasta 18 asturianos murieron en atentados etarras y sumamos en nuestro territorio un atentado del GRAPO y tres de ETA. Cuando tras el 11-M las tropas fueron retiradas de Irak, donde se encontraban bajo mando polaco, en Polonia se tomó como un gesto de cobardía, una forma de escabullirse de la amenaza terrorista. Recuerdo cuando mi amiga Edyta, polaca retornada a su país por aquellas fechas, contaba que se esforzaba por explicar a sus compatriotas que tras tantos años de vivir bajo el terrorismo los españoles no iban a temer más a Al-Qaeda que a las organizaciones que desde dentro habían causado más de 900 muertos. Los polacos no lo entendían.

Es descorazonador, pero es más lúgubre reconocer que Occidente no parece ser el objetivo prioritario del terrorismo yihadista. O no se ha convertido en el escenario de la carnicería ambicionada gracias a la prevención. Al horror producido por la proximidad de la muerte se suma el de pensar en la catástrofe que cada día se produce en la lejanía. Las cifras son aterradoras; de los 15.818 atentados yihadistas que tuvieron lugar entre 2000 y 2014 solo tuvieron lugar en Europa 22; es decir, por cada atentado de este tipo que hubo en Europa hubo 719 en el resto del mundo, en su mayoría con víctimas musulmanas. Nuestras, entonces, 191 muertos de Madrid, siendo un balance terrible, palidece ante los 16.205 muertos que durante el mismo tiempo hubo en Irak, los 14.359 de Afganistán o los 10.035 de Nigeria. Siria con “solo” 3.727, aún no había entrado en la fase más terrible de su guerra y el DAESH acababa de comenzar su macabra andadura. No me he atrevido a actualizar las cifras, solo están en mi mente los recientes 13 asesinados en Barcelona y Cambrils.

Tengo presentes las palabras del arzobispo de Barcelona que recordaba lo hermoso que ha sido ver unidos a los hombres y mujeres de buena voluntad. Lamentablemente tienen que suceder estas cosas para volver a recordar lo que realmente es importante. A ver lo que dura.

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Sobre el autor

Profesor de la Universidad de Oviedo; zoólogo y por tanto observador de la vida en sus múltiples variantes


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