Concepción Pérez García, Mariconchi –así la conocíamos–, fallecida anteayer, formó parte de la primera promoción de biólogos de la Universidad de Oviedo licenciada en 1972. Quedó como profesora ayudante en el Departamento de Zoología e inició su tesis doctoral sobre los tunicados planctónicos, un grupo no muy conocido. Desde entonces quedó ligada al mar de muy diversas maneras. Una de ellas fue el establecimiento de la primera red de varamientos de mamíferos marinos que hubo en Asturias.

Como profesora de Biología Marina no resultó extraño que acabase yendo a estudiar todo cetáceo, tiburón peregrino o calamar gigante que apareciera muerto en cualquier playa. Coincidimos en el interés común sobre los cetáceos y pronto formamos equipo. Ella era la jefa y yo, un alumno a punto de licenciarse.

Vimos el primer cetáceo varado en noviembre de 1979, en la playa de la Espasa. Resultó ser un cachalote pigmeo, el primero registrado en España. Rebuscábamos aquí y allá noticias de delfines que habían aparecido o eran vendidos en las rulas tras haber sido capturados accidentalmente, fuimos recopilando datos, hablando con pescadores, recuperando fotos y repasando los periódicos para ver qué animales habían aparecido anteriormente. Elaboramos un primer catálogo en una ‘Nota preliminar sobre los mamíferos marinos encontrados en las costas asturianas’ que presentamos en la Reunión Bienal de la Real Sociedad Española de Historia Natural, que tuvo lugar en Oviedo en 1981. Fue el despegue para contactar con otros grupos de cetólogos de Cataluña, Valencia y Galicia. Publicamos los primeros trabajos sobre cetáceos en Asturias, fuimos a congresos y reuniones de trabajo de mamíferos marinos en aquellos tiempos pioneros. Yo dejé el tema en 1993 y ella continuó, ayudada por alumnos que hacían tesinas con el material recolectado y coordinó los informes que se hacían para el Principado hasta 2008. Fue una gran colega a la que echaré de menos.