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Carlos Ignacio Nores Quesada

Alguien tiene que decirlo

Me habéis dejao sin hijo, pero me he reído…

Cuando oí hablar del sketch de Dani Mateo con la bandera nacional, no me hizo gracia porque una 46-millonesima parte de sus mocos me mancharon. Seguí el debate acerca de si era o no era para tanto, porque el humor es el humor y se dice que no debe ponérsele trabas ni límites. En mis reflexiones internas me decanté por pensar que los límites sí existen, pero los tiene que tener claros el propio humorista, puesto que no puede delimitarse con una línea nítida y general lo que puede o no decirse y de qué manera. Afortunadamente la censura se suprimió hace más de cuarenta años y los que tenemos cierta edad no queremos resucitarla.
Habiendo escuchado a muchos opinadores defender a Mateo en aras de la libertad de humor, y como me había gustado tan poco, temí haberme vuelto raro o facha o haber perdido el sentido del humor. Hace días, cuando oí hablar de un video o un tuit o un no sé qué en el que un partido que se considera alternativa de gobierno hacía públicamente una broma macabra añadiendo a una lista de personajes favoritos, todos muertos, el comentario: “Mi presidente favorito es Pedro Sánchez” tampoco me hizo gracia. De nuevo volví a temer haberme vuelto raro o progre o haber perdido el sentido del humor.
Luego me acordé de aquel monólogo en el que Gila se partía de risa recordando las bromas de su pueblo: aquello de que cuando engañaron al Indalecio diciéndole que los hilos de la luz eran un tendedero y se quedó “como la ceniza ‘un puro”. Hasta a su padre le encantó la broma: “Me habéis dejao sin hijo, pero me he reído…” Como siempre el humor vino como una brisa a iluminar la vida. Reflexionando sobre las enseñanzas de Miguel Gila pensé que para que una broma pueda ser considerada como tal tiene que hacer gracia tanto al bromista como al bromificado y si no es solo una burrada absurda, como la que le gastaron al Indalecio. De no ser así el matonismo de colegio, que no busca otra cosa que la hilaridad cómplice de los adeptos, también sería una broma y sin embargo es un asunto dramático.
Es posible que sea un tipo raro, puesto que aborrezco cosas que a muchos les parecen completamente aceptables y creo que hay que tomarse el humor más en serio, porque pocas cosas hay más dignas que el buen humor o el humor del bueno.

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Sobre el autor

Profesor de la Universidad de Oviedo; zoólogo y por tanto observador de la vida en sus múltiples variantes


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