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Carlos Ignacio Nores Quesada

Alguien tiene que decirlo

El problema de sumar 100

Con motivo del Día de la Mujer en la Ciencia, una institución museística organizó varios actos. Resulta chocante que una mujer que había desarrollado una importante labor científica en esa institución estuviese varios años sin contrato

Este mes, con motivo del Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, todo el mundo estaba empeñado en fomentar vocaciones científicas entre las niñas. La universidad se preocupó porque en las ingenierías estudia un número significativamente menor de mujeres que de hombres, pero nadie se preocupó de comprobar que en las carreras de ciencias hay más estudiantas que estudiantes. Las buenas noticias no son noticia.

Es cierto que en las llamadas enseñanzas STEM (Science, Technology, Engineering & Mathematics) hay más hombres que mujeres eligiendo ingenierías, pero en todas las carreras científicas, salvo en dos (Física y Matemáticas) hay más chicas que chicos. ¿No buscábamos vocaciones femeninas para la ciencia? Hace décadas que las tenemos, pero no sabemos qué hacer con ellas. Si consideramos que tener un 60% de matriculadas en unos grados es un buen dato no queda más remedio que aceptar que en otros se reduzca al 40%, porque en un porcentaje la suma tiene que ser 100 y el aumento de una categoría solo puede darse en detrimento de otra. Es decir: solo aumentaríamos la proporción de ingenieras a costa de que las universitarias no elijan otras carreras. Es un problema de matemáticas y de demografía, no de patriarcado. En casi todo estamos en la media de la OCDE, no somos raros.

Qué podemos hacer si a las chicas de hoy no les gustan algunos estudios. No creo que engatusarlas para que las estadísticas resulten políticamente correctas sea útil. Tampoco creo que las graduadas en Biotecnología (62% de mujeres), Biología, Ingeniería Química o Derecho (grados con un 59% de alumnas) deban considerarse más alienadas que las ingenieras geomáticas. Espero que a nadie se le ocurrirá decir que Psicología, Estudios Clásicos, Estudios Ingleses o Pedagogía son carreras propias de señoritas por tener más de un 70% de chicas matriculadas. ¿Es malo que el 65% de los estudiantes de medicina sean mujeres? O el 72% de Odontología, el 85% de Enfermería o el 87% de Logopedia… Tal vez alguien piense que parte de esas estudiantas deberían ser derivadas a alguna ingeniería. Combatimos un estereotipo creando otro estereotipo.

No se trata de capacidades, ni de oportunidades, sino de gustos. Hace años la tutora de mi sobrino le animó a que cambiase su decisión de hacer el grado de Historia por otro de Ciencias, con el único argumento de tener nota suficiente para acceder. Tal vez esa profesora pensaba que a Humanidades solo debían ir los torpes.

La polémica resulta artificial. Todas las instituciones quieren ser, o parecer, muy igualitarias. Otra cosa es la realidad existente tras las apariencias. Con motivo del mencionado día de la ciencia femenina, una institución museística desarrolló, como tantas otras, actos para poner de relieve la aportación de las mujeres en su disciplina y atraer a las niñas al redil de la ciencia. Resulta chocante que una mujer que había desarrollado una importante labor científica en esa institución estuviese varios años sin contrato, durante los que siguió trabajando sin remuneración, por puro amor a la ciencia. Finalmente, consiguió ser contratada por debajo de su cualificación profesional y académica, con lo que consiguió cobrar, pero su nuevo nivel laboral le impidió solicitar proyectos de investigación en los que trabajar. ¿Qué objeto tenía atraer a la ciencia a las niñas y a las jóvenes? ¿Tener científicas subempleadas? Ni a l@s científic@s ni a ningún asalariad@ se les debe pagar con palmaditas en la espalda. Atraemos a la juventud hacia la carrera investigadora y descubren demasiado tarde que investigar en España es llorar, que la burocracia les asfixia restándoles tiempo y posibilidades para que hagan lo que realmente les gustaría. Acaban sintiendo en sus propias carnes qué significa que nuestro país dedique a la ciencia la mitad de recursos que la media de los países europeos; han de competir con sus compañeros por el dinero de unos proyectos que se agota nada más salir la convocatoria, para que una vez que han visto cómo se trata a la ciencia y a los científicos en los ‘países de nuestro entorno’ luego no encuentren acomodo para regresar. Años para hacer un máster, luego un doctorado, formarse en el extranjero con una beca posdoctoral, encadenar contratos en grandes instituciones científicas del mundo y encontrarse con que, aunque cuenten con un currículum de excelencia, nadie sabe qué hacer con ellos en el país en que nacieron. En el último comité de selección en el que participé se presentaron 28 candidatos para dos puestos de profesor ayudante doctor, la mayoría con los 45 años cumplidos, por un sueldo de 1.177,08 € al mes. ¿Para eso queremos despertar vocaciones? Hemos construido una maquinaria que genera muchos y muy buenos científicos a los que no ofrecemos puestos de trabajo dignos, con lo que la competencia para ocuparlos es tan feroz que por mucha que sea la exigencia y duras las condicione siempre habrá interesados. Tal vez recuerden que cuando se hicieron públicos los estándares de la ANECA para ser catedrático en España, alguien se entretuvo en comprobar que varios premios Nobel no habrían tenido méritos suficientes para acceder a una catedra. Hace un año o dos escuché a una científica decir en un debate sobre este tema: «No tuve problemas por ser mujer, tuve problemas por dedicarme a la ciencia». Creo que lo suscribirían muchas compañeras de profesión.

El postureo es improductivo: tanto si tiene que ver con la ciencia como con los problemas de género. No aportan nada las instituciones que van de guays, porque en cuanto escarbas un poco ves que debajo solo hay oportunismo.

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Sobre el autor

Profesor de la Universidad de Oviedo; zoólogo y por tanto observador de la vida en sus múltiples variantes


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