Mi arañón ha sido padre. O quizá, madre. Aún no he logrado doctorarme en el sexo de las arañas, aunque me inclino más por la maternidad. Tras nueve meses de relación, parece que la chiquilla se ha hecho mozuela -y qué mozuela-, con ocho largas y esbeltas patazas, con una chola en medio cada vez más fornida… ¡Todo un ejemplar! La convivencia ha relajado a mi inquilina, la ha hecho sentirse como en casa y, visto lo visto, aprovechando las noches de intimidad en el taller de herramientas, ha recibido visita. El fruto está en la imagen. Y uno, que aún no es padre, no pudo evitar enternecerse al asistir a la procreación del reino arañal. Ahí os va la imagen:
Esta es otra visión de la maternidad.
Mi arañón a sido madre. O padre.