Esto quizá sea un poco complicado de explicar. Muchas expresiones tienen sentido en una determinada situación y no en otra. Yo me he fijado en ésta: “¡Haga el favor!”. Ha de decirse con energía, sacando el aire del pecho, con una entonación fuerte al inicio y un final seco, pudiendo dejar la erre final repitiéndose un poco, o también con un corte seco. Ahí se abre el abanico a esos dos caminos. ¿Y quién y cómo la pronuncia? Pues es evidente, sólo cabe una situación que le dé pleno sentido. Veo a una mujer de mediana edad, casada, pechugona, enjoyada, con uñas largas y pintadas, haciendo una gestión en un comercio o un establecimiento gijonés. Entonces se produce un incidente de índole variada. Un hombre la inoportuna. Y ella, que debe estar casada y enjoyada y mejor si tiene los 50 cumplidos y algo de sobrepeso, clama por sus derechos con un ahogado: “¡Haga el favorrrr!!!”.
Cuando cuento esta paranoia siempre me topo con una incomprensión inicial. Ay, amigo, pero la peña empieza a ensayarlo y le va cogiendo el gusto, hasta pronunciarlo con una solera de lo más digna. Mi última víctima fue una compañera de trabajo y sin embargo amiga. Se casa y para más facilidades argumentales la tengo sentada enfrente. Así que le dije: “Fíjate, a partir de mayo, cuando hayas pasado por vicaría entrarás en el club de mujeres casadas y cuando se tercie ya estarás autorizada a plantarle al impertinente de turno un distinguido ‘Haga el favorrr'”. Ella al principio no entendió nada. Ojo, le advertí que era demasiado joven para ser una profesional en estas lides, pero a partir del altar ya cumplirá el precepto del sacrosanto matrimonio y sólo le faltará ir adquiriendo porte. Pero tras la descalificación inicial, empezó a ensayar por lo bajini y empezó a reírse. Acabó plenamente convencida: ‘Haga el favor’. ‘Haga el favorr’. ‘Haga el favorrrr’. Ese último, perfecto; le dije.
Tengo también un amigo que trabaja en una tienda; como le digo yo, es un ‘vendedor de productos’, porque cuando le pido una explicación de alguno ésta siempre empieza ‘bueno pues esto es un producto…’. Hasta que le advertí: “joder con la palabra producto. Vale para un roto y para un descosido’; así que, entre broma y broma, a veces ya se hace llamar a sí mismo ‘product seller’. Bien, pues con mi ‘product seller’ de cabecera he ensayado muchas veces mi idolatrado ‘Haga el favor’. Estamos de cena y empezamos a intercambiar ‘haga el favor’ con diferentes entonaciones, hasta que desde las mesas de al lado miran cómo diciendo a éstos qué mosca les habrá picado. Hete aquí que llegó el gran día y se dio la ocasión, tras un pequeño incidente en su comercio. Una mujer pronunció las sacrosantas palabras tal cual preveíamos. Casi tiene que pedir asistencia médica. Libró la situación como pudo y al irse la buena señora se tiró por el suelo de risa durante horas.
Mujeres del mundo, ¡hagan el favorrrrrrrrrrrrr!