Esta tarde/noche tenemos doble cita. Recuperados del monumental culazo de Lady Gaga, en Gijón podemos pasar página y centrarnos en lo nuestro. Como somos de natural curiosos y nos gusta bastante la novedad, a las siete podemos meter la nariz en El Noroeste. Alberto Barquín da el salto de café a cervecería, del Centro a Cimadevilla, de Caracol a Noroeste. No me digas que no es mal plan tomar la ruta del Muelle, subir la Cuesta del Cholo, acaso parar a medio camino a tomar una sidra y finalmente coronar la plaza del edificio azul y abrir de nuevo la puerta giratoria de madera, trasladada para la ocasión. Abracadabra. Y ahí estará Alberto, con su barriguca y sus pendientes, echando una caña, saliendo a una mesa, haciendo sus quinielas en un momento de paz, tertuliando, riendo… Su nuevo Noroeste está lleno de luz, se asoma a un rincón marinero emblemático y creo que tendrá buena estrella.
Tres cervezas después, una vez pasada revisión al local, agotadas chanzas y críticas, y comprobado científicamente que la pátina de color que lucirá Barquín es un lamparazo en toda regla; a eso de las diez de la noche, la Sala Acapulco llamará a la puerta. Solomones es un veterano grupo leonés de soul y funky. Los hermanos Núñez y el resto de la banda presentan disco. Y aviso: suenan de cojones; un sonido limpio, nítido y una voz, la de Luis, sorprendente. Los he visto dos veces y dejan un buen sabor de boca. Nos vemos allí, ¿vale?