En la huerta crecen, desde el 28 de abril, 36 lechugas, 30 pimientos, 12 tomates, 6 calabacines y 1 de perejil, además de 4 cebollas que emergieron solas. Hay sitio para más. Pero aún no revisité al proveedor a buscar algo exótico, alguna improvisación. En una maceta aparte, a modo de semillero, deberían saludar de un momento a otro 12 girasoles. Cuando sean mocinos, preveo trasplantarlos. Junto a la huerta hay un grueso manzano, con buen tronco y manzanas como centollos (pero insípidas). Entre el manzano y el muro de la finca, donde coloqué un gancho, cuelgo una tumbona amarilla, de esas de lona, le añado un cojín y coloco una tayuela al lado, a modo de mesita: vaso de agua, móvil y libro.
Tumbado en la tumbona, diviso todo el prau. Si giro la vista a la izquierda veo la huerta crecer. De frente, la pomarada. A la derecha, al lado, un avellano. Oigo los pájaros dando vueltas como locos. Y leo. Pantalón corto, gafas de sol, quizás un gorretu. Y sigo leyendo. Tras un largo rato de inmovilidad, entre urracas, mirlos y raitanes, me balanceo un poco. No hay vida humana alrededor. Al otro lado del muro, a mi espalda, las vacas de Adolfo pacen por aquí y por allá. A veces mugen; a veces mean. Es todo el hilo musical: ellas y los pájaros. Y yo leyendo ‘La vida de las abejas’, para completar el ciclo vital.
En la huerta, cuando llegue el verano, cogeré una lechuga y un tomate y haré una ensalada fresca, inigualable. Luego beberé sidra fabricada con las manzanas de 2009. Y de postre ciruelas del prau, peras del prau, melocotones del prau, kiwis del prau. Sólo faltan las gallinas (manda güevos), el gochu, el ternero y el arcón. Eso cerraría otro ciclo importante, el alimenticio, y me permitiría hacerme fuerte, echar el cerrojo y dejarme una barba hasta los pies. Empezaría a subirme a los árboles, a saltar de uno a otro y hacer gestos de primate a mi Jane. Lanzaría alaridos cogido a la liana y de cuando en vez, para impresionarla, acuchillaría un jabalí, tras feroz disputa, o pescaría un salmón a mano con un cuchillo entre los dientes. ¡Jo-oooo-ooooorrrr!