A los 43 años, toi Gagá. Totalmente Gagá. Stefani Joanne Angelina Germanotta ha entrado en mi vida como un huracán descontrolado, recorre mi casa de esquina a esquina, hace temblar las paredes y me zarandea desde la habitación hasta la cocina pasando por el salón. Cuando cojo el coche, ahí sigue su tachán-tachán-tachán; boys-boys-boys. La música de Lady Gaga me ha metido en una nube tóxica y no salgo de ella. La escucho y me siento un teenager, un greñas alocado y me apetece pegar tumbos por casa, botar, gritar como si me metiese en un viaje en el tiempo y estuviera de repente en la pista del Rocamar, desfasao, en plena era bacaladera; con aquel par de temazos, Children y Housenpausen, que te volvían loco de remate. Lady Gaga es más tipo Madonna, aunque diría que con más chorro de voz y algo más cañera en este momento. Cuánto tiempo sin zambullirme en un disco, sin sucumbir a sus ritmos, sin capitular, una por una, ante sus canciones. Estoy hablando de ‘The fame monster’, ese es el monstruo que crece dentro de mí desde hace tres días.
Toi flipau con Gagá. Toi totalmente Gagá. ¿Qué tal estará el último? ¿Y el primero? De momento, con ese monstruo parido en 2009 estoy metido hasta el tuétano. No recuerdo algo parecido en estos estériles once años del siglo XXI. Sólo he seguido de cerca a Madonna. Lo demás, cuatro retales. Mi último disco, un regalo, fueron los grandes éxitos de José Mercé. Chulo chulo el regalo esposal, con una versión de ‘Mamy Blue’ apoteósica. Lo demás, en mi mundo musical, es variopinto y añejo: Bowie, Silvio Rodríguez, The Doors, Pink Floyd, John Mayall, Beethoveen, Eric Burdon, Alaska, Lou Reed, McNamara, Elliot Murphy, Camarón, Rainbow, Bob Marley, Genesis, Lluis Llach…. De todo, pero con poca actualidad. Y ahora, tras años sin comprar un disco, llama a mi puerta Lady Gaga. No he podido hacer otra cosa que decirle que pase, que se ponga cómoda y que cante como una posesa. Ya bailo yo solo por casa. Ya doy tumbos sin luz ni taquígrafos. Ole tú Gaga. Ole tus excentricidades y, sobre todo, ole tu música. Suena auténticamente de cojones.